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En medio de una de las coyunturas geopolíticas más complejas de la última década, derivado del conflicto impulsado por la invasión de Rusia a Ucrania, el petróleo ha tenido un incremento de precios que hace seis meses era inimaginable, incluso llegó a tocar el pasado 7 de marzo un precio máximo de US$139 el barril, tras los anuncios por parte de la Casa Blanca en función a la suspensión de las importaciones de crudo proveniente de Rusia.
Dentro de los muchos efectos inmediatos, que esta coyuntura trae está el aumento en los precios de la energía, gasolina y los servicios asociados al transporte, lo que agudizaría las presiones inflacionarias que viene experimentando la economía mundial, como fruto del cuello de botella en la cadena logística internacional y el exceso de demanda como resultado del proceso de reactivación gradual de la economía a nivel global.
Con respecto al gas natural, 2021 marcó el inicio de una preocupación mundial, respecto al desborde en precios ante un invierno mucho más frío y extenso. Si consideramos la situación en Europa, el precio de este recurso se disparó en el mes de diciembre alcanzando el valor de $180 euros el megavatio hora (MWh), según el índice TTF (referencia más utilizada en el mercado europeo), estableciendo un récord histórico, sin comparación alguna a la cotización promedio que se tenía de 30 euros/MWh para los primeros meses del año.
Con la invasión rusa a Ucrania, la situación se ha agudizado, amenazando con llevar a la economía mundial a un nuevo escenario complejo, evidenciado en las fluctuaciones que para la segunda semana del mes de marzo tuvo en el mercado europeo la cotización del gas natural, con una oscilación de precios por encima de los $215 euros/MWh hasta un pico máximo de $345 euros/MWh, ubicando el precio en una cifra que casi duplica el valor máximo pagado durante el año pasado.
Según los últimos datos de Eurostat, la Unión Europea importa 26,9% del petróleo, 45,3% del gas natural y 46,7% del carbón desde Rusia. Para poder entender esta dependencia, se debe tener en cuenta que Rusia es el país con la mayor reserva de gas de todo el mundo, tan solo las instalaciones de la península de Yamal, en el norte del país, disponen de unos 4,9 billones de metros cúbicos de reservas de gas (62 veces las reservas de Colombia), las cuales duplican el total de las reservas de la Unión Europea, que dispone de 1,9 billones de metros cúbicos (24 veces las reservas de Colombia).
Tal es el riesgo en materia de desabastecimiento energético en razón a los altos precios, que el precio de la energía ya supera en España los US$450 el MWh y en el caso de Francia, tras el cierre de varias centrales nucleares, los futuros apuntan a que el precio de la energía en el mercado podría alcanzar los US$1.500 por MWh; situación que ha motivado a que desde los mercados asiáticos estén considerando enviar buques de gas natural a Europa antes que venderlos en su propio continente.
Al tiempo que Europa y otras partes del mundo se preparan para pagar facturas de electricidad y gas más altas, las políticas orientadas hacia la transición energética (culpables en gran medida de la estricta dependencia que se generó de las fuentes de aprovisionamiento rusas), también deben someterse análisis, además de términos ambientales en sus posibles incidencias en el conflicto, la desaceleración económica y la crisis social. En Colombia no somos la excepción, ya que si bien es necesario trazar un plan de transición que cumpla con los preceptos establecidos en el “Plan Energético Nacional de Colombia: Ideario energético 2050”, este proceso debe hacerse de forma gradual, máxime cuando Colombia tiene la sexta matriz de generación de energía más limpia del mundo.
Dejando atrás cualquier discusión en términos ideológicos (valida y bienvenida siempre), debemos reconocer que la energía es parte de la vida cotidiana, desde cargar el celular, encender la iluminación del hogar, prestar servicios de salud, hasta la generación de riqueza al ser la energía insumo fundamental para la producción general de la economía. En este entendido, Colombia tiene una inmensa oportunidad en materia de generación de energía en firme desde las hidroeléctricas que en combinación con el aprovechamiento de las ventajas competitivas que aún ofrece el mercado de los hidrocarburos, dada la actual coyuntura por la que atraviesa el mundo le permitiría avanzar en términos de independencia energética.
Tomando como referencia cifras de XM, firma que funge como operador del Sistema Interconectado Nacional (SIN) y administrador del Mercado de Energía Mayorista de Colombia, la oferta de las compañías hidroeléctricas es de 11.834,57 megavatios (MW), cifra que corresponde a 68% de la oferta energética del país.
Finalmente, es importante resaltar que la energía es un asunto de seguridad nacional, que es histórico el esfuerzo que ha realizado el Gobierno Nacional en materia de transición energética y que tenemos una oportunidad única de contar con energía en firme desde fuentes renovables como las hidroeléctricas y complementar con eólica, solar e hidrógeno que permitirían eliminar cualquier dependencia energética de otras naciones.