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Tribuna Universitaria 05/07/2018

Mirando para otro lado

Juan Manuel Nieves R.
Estudiante de Comunicación Política
JUAN MANUEL NIEVES

La semana pasada las Naciones Unidas sacaron un informe de cómo las hectáreas de mata de coca habían crecido en el último año de 188.000 a 209.000, teniendo un crecimiento sostenido a partir del año 2012, al tiempo que se negociaba el proceso de paz.

Debido a la mejora genética, la mata de coca produce hasta cuatro veces al año y en mayor cantidad. Colombia, por su ubicación estratégica al tener dos océanos, su clima tropical y su espesa vegetación, se convierte en el mayor productor superando a Perú y Bolivia.

La prohibición de las aspersiones aéreas, la reducción del presupuesto para la erradicación manual y sobre todo la no entrega de las rutas del narcotráfico por parte de las Farc, hicieron que nuestro país esté exportando cocaína como nunca en la historia.

Estados Unidos ya avisó al gobierno sobre la posibilidad de la descertificación y la necesidad de redoblar esfuerzos e intervinieron en la negociación de 10 toneladas de cocaína por parte de Jesús Santrich que, como vocero de este grupo terrorista, se comprometió a producirlos sin saber que la DEA estaba grabando todo; en estos momentos está preso y esperando su extradición. No se sabe si en el proceso otros cabecillas corran con la misma suerte. Sabiendo lo anterior ¿Debe Colombia volver a su esquema tradicional y arriesgar la paz?

Este Gobierno presenta como su mayor logro el no tener soldados enfermos, el tener las elecciones más calmadas de la historia y el presentarle al mundo un proceso de paz con las Farc.

Sin embargo, dicho proceso nunca contempló la entrega del negocio del narcotráfico; hoy los negociadores dicen que ese punto no se tocó y los guerrilleros en su cinismo dicen que ellos no están en el negocio.

Esta dicotomía hace que sea necesario volver a revisar ese punto por parte del nuevo gobierno; es muy fácil sacar todos los carros y decir que se bajó la contaminación; también lo es no perseguir a este grupo guerrillero y hacerse el de la vista gorda ante el crecimiento de los cultivos y de la producción de coca.

El modelo tradicional que tiene Colombia traía el problema de que el consumo mínimo estaba legalizado, pero la producción y venta restringida. Esta prohibición acarrea que el precio de la cocaína suba por su persecución y los narcotraficantes tengan un estímulo mayor para permanecer en el negocio.

Por otro lado, la legalización necesita de una política internacional pues Colombia tiene suscritos acuerdos multilaterales en la materia, y aquella medida traería problemas de salud pública, sobre todo en países desarrollados.

La coherencia en la política será una tarea a desarrollar en el nuevo gobierno; no se puede seguir enviando un doble mensaje; además, si queremos una verdadera paz, el tema del narcotráfico tiene que ser un tema claro; mientras tanto solo será un anuncio vacío. Ya pasó el tiempo de mirar para otro lado y hacer como si tuviéramos una paz perfecta.

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