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Analistas 16/02/2024

La tierra es plana

Juan Manuel Nieves R.
Estudiante de Comunicación Política
JUAN MANUEL NIEVES

“La política es el arte de lo posible”, afirmaba el canciller alemán Otto von Bismarck. No obstante, para ciertos políticos y sus seguidores, la política ha mutado en el arte de lo imposible: la negación de la realidad, el rechazo de evidencias, la creencia en conspiraciones y la defensa de dogmas inamovibles. Estos son los síntomas evidentes del dogmatismo político, una actitud marcada por la intolerancia y la rigidez mental.

Un ejemplo tangible de este fenómeno se refleja en la persistente creencia de miles de personas de que la Tierra es plana. Ni las explicaciones científicas ni la apelación a la lógica han disipado esta falacia. Según una encuesta de 2019 de YouGov, el 2% de los adultos estadounidenses aún creen en esta idea absurda. En el ámbito político, nos topamos con líderes y seguidores que rechazan hechos irrefutables en aras de narrativas convenientes, un rasgo claramente visible en las recientes decisiones del presidente colombiano sobre los combustibles fósiles.

El dogmatismo político no tiene fronteras ideológicas ni partidistas. Se encuentra tanto en la derecha como en la izquierda, en el gobierno y en la oposición, en el centro y en los extremos. La característica común de los dogmáticos es su afán de aferrarse a creencias sin cuestionarlas, sin contrastarlas con los hechos y sin escuchar a quienes piensan diferente. Se consideran poseedores de la verdad absoluta y descalifican a aquellos que no comparten sus puntos de vista.

En Colombia, el dogmatismo político ha asomado su presencia de diversas formas, lamentablemente encontrándose actualmente en el gobierno. El presidente ha negado evidencias sobre la producción minera y energética, así como la escalada de violencia en el país, incluso ignorando el bloqueo a los magistrados de la Corte Suprema de Justicia. Ministros y congresistas de su partido han recurrido a teorías conspirativas y noticias falsas para desviar la atención de los problemas reales.

La ministra de Agricultura, por ejemplo, se burla de los defensores de los animales y el medio ambiente, etiquetándolos como “gomelos”, “yuppicitos” y “racistas” por oponerse a una resolución que permite la pesca incidental de 15 especies de tiburones y rayas. La ministra de Deportes atribuyó la pérdida de la sede de los Panamericanos a una supuesta conspiración de la oposición y los medios de comunicación. Incluso una congresista afirmó que las fallas geológicas en el país son producidas por las constructoras. Estos son solo tres ejemplos de los numerosos desaciertos del gobierno.

No se puede ignorar el papel de los seguidores de estos líderes dogmáticos. A pesar de las evidencias presentadas, muchos ciudadanos continúan respaldando a sus líderes, alimentando una peligrosa dinámica de fe ciega en narrativas sin sustento. Este fenómeno no solo socava la base de una sociedad informada, sino que también crea divisiones profundas entre ciudadanos.

Colombia es un país diverso y desafiante que demanda soluciones innovadoras y sostenibles. No puede ser gobernado por dogmáticos que se consideran poseedores de la verdad absoluta y que ignoran la realidad. A este ritmo, no sorprendería ver a un funcionario defendiendo que la Tierra es plana y hablando de una gran conspiración globalista. En lugar de esto, el país necesita líderes que abracen la verdad, respeten la realidad y estén dispuestos a tomar decisiones basadas en evidencias y no en dogmas infundados. La democracia y la estabilidad de Colombia dependen de ello.

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