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Analistas 08/11/2023

Engaños estatizadores

Juan David García Vidal - Libertank
Director académico de Libertank

Primer engaño: supuestamente existen algunas actividades “estratégicas”, muy importantes para la vida humana y para la sociedad que no deben dejarse en manos de empresarios codiciosos, como sucede con la salud, la educación, el agua potable, la electricidad y los servicios públicos, la minería, la extracción y venta de hidrocarburos, el cuidado del medio ambiente, entre muchos otros sectores como el de las telecomunicaciones, el transporte, las pensiones, la banca y los seguros. Esto es falso.

Si la estatización se justifica por la importancia “estratégica” ¿por qué no estatizar, igualmente, todo lo que tiene que ver con la producción, venta y distribución de alimentos, ropa y medicinas o la construcción y mantenimiento de nuestras viviendas? ¿Existe algo más “estratégico” y vital que eso?

Segundo engaño: como los mercados y las empresas privadas presentan numerosas fallas y problemas, que se traducen en inequidad social, contaminación excesiva o abusos de poder, la solución sería estatizar esos sectores. El embuste consiste crear la ilusión de que sólo existirían dos alternativas.

Por un lado, la opción segura, justa y salvadora de la estatización, mientras que por otro lado estaría el camino caótico, egoísta y salvaje del mercado con sus avariciosas empresas privadas. La realidad es más compleja y existen muchas más soluciones y opciones mixtas en las que, por ejemplo, una buena regulación y supervisión o unos subsidios condicionados y limitados pueden combinarse con competencia, participación privada y soluciones de tipo voluntario.

Además, con mucha frecuencia, los fracasos del Estado y sus burocracias son peores que los del mercado y los empresarios privados. Las supuestas “soluciones” estatizadoras pueden resultar en remedios peores que la enfermedad, creando más y peores problemas de los que puede resolver, pues los políticos no son, en general, personas eficientes y altruistas que siempre trabajan para solucionar las imperfecciones y dificultades de los mercados, sino que se trata de seres humanos que buscan satisfacer sus intereses y sus prioridades personales.

Normalmente están más preocupados por las próximas elecciones que por tomar decisiones eficientes para mejorarle la vida a los ciudadanos. No suelen tener la información ni los incentivos para hacerlo.

Tercer engaño: habría que estatizar empresas buscando que su objetivo no sea generar ganancias para unos pocos dueños, sino garantizar derechos a la gente y que la propiedad de las empresas sea de todos los ciudadanos.

En la realidad, ninguno de estos propósitos se logra con la estatización. En primer lugar, si una empresa privada, que no tenga privilegios del Estado, no resuelve bien y a buen precio la necesidad que intenta cubrir, no tendrá ganancias y desaparecerá, en cambio la empresa estatal esconde su ineficiencia o su corrupción beneficiándose de monopolios, subsidios u otras medidas proteccionistas del Estado, con lo cual los ciudadanos terminamos financiándolas con más impuestos y recibiendo productos o servicios más caros y de peor calidad.

En segundo lugar, las empresas estatales nunca son de “todos los ciudadanos”, sino del político de turno que las controla y que tiende a usar y a abusar de ellas como fortín burocrático y de corrupción.

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