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Analistas 26/09/2019

Empresa, clave en ruta para la paz

Juan David Enciso Congote
Coor. del Centro de estudios de paz
Analista LR

El agente clave en la construcción de escenarios de posconflicto es el sector empresarial y una de las razones de ello es que la actividad empresarial es la única que tiene la capacidad de establecer dinámicas sistemáticas de crecimiento económico en las zonas más afectadas por el conflicto armado. Si la función de la Fuerza Pública y las organizaciones sociales es sentar las bases para el cese del conflicto, la construcción de paz sólo se puede dar sobre la base de la justicia social y esta es imposible sin la participación del sector empresarial.

Promover la actividad empresarial significa estimular la creación de empresas en las zonas de conflicto y para lograrlo es necesario motivar la instalación de empresas ya constituidas. Solo las empresas que ya están insertadas en las dinámicas de mercado tienen la capacidad de jalonar a los pequeños negocios en esas regiones, cualquier otro esfuerzo por generar emprendimiento en esas condiciones tiende a ser marginal o infructuoso.

Llevar al sector empresarial a estas zonas tiene una finalidad pedagógica, porque estas personas no poseen la lógica del mercado y la única forma de aprenderla es insertándose en sus dinámicas, con todos los riesgos que esto conlleva, al fin y al cabo, el rasgo distintivo de la actuación empresarial es el riesgo. Solo se aprende a nadar echándose al agua, pero es importante hacerlo con un flotador o con un buen instructor.

Como cualquier objetivo valioso, es una tarea compleja, tanto por la precariedad de las vías de acceso, como por el juego negativo de los famosos intermediarios; pero, en el fondo, uno de los grandes obstáculos para promover el desarrollo empresarial en las zonas de conflicto es el miedo, tanto de los inversionistas como de los habitantes de las zonas rurales.

He discutido este tema con los actores que trabajan al lado de las comunidades y de manera casi unánime, aparece una figura perversa que equipara la empresa con el capitalismo, y este último con fenómenos como poder, opresión, exclusión y hasta paramilitarismo… Es un problema semántico de graves repercusiones en términos de la generación de barreras sociales: no se dice: “hay empresas que han ocasionado desplazamientos forzados; sino: “La empresa ha sido generadora de desplazamientos”.

Necesitamos dejar de verlo como un problema ideológico para empezar a comprender la dimensión cultural de la cuestión: realizar un ejercicio de pedagogía social encaminado a sanar heridas y a derribar abismos mentales para poder suscitar nuevas formas de relacionamiento empresarial. Es necesario que se encuentren primero como personas y connacionales -semejantes-, para que estén más dispuestos a encontrarse como pares de un mismo escenario.

Así como la Asociación de Petroleros ha iniciado una campaña para informar sobre las condiciones objetivas de operación del fracking, debemos empezar a formular políticas públicas de desarrollo empresarial y estrategias de responsabilidad social orientadas a promover el encuentro entre mundos de paz que parecieran repelerse: entender que una de las riquezas de la diversidad cultural de nuestro país es el potencial que reside tanto en el mundo urbano como en el rural; en lo empresarial y lo comunitario, en la habilidad para competir y en la apertura a la solidaridad. Afortunadamente, contamos con realidades concretas de las que podemos echar mano, entre ellas el programa de Obras por Impuestos y la actual estrategia de responsabilidad social de la Andi.

Es un desafío mucho más promisorio que el afán de eliminar intermediarios y con posibilidades objetivas de contribuir a la sustitución pacífica de cultivos ilícitos. Por esta vía podemos generar nuevos paradigmas que permitan al sector empresarial poner todo su potencial al servicio de la educación para la paz.

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