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Analistas 05/06/2020

¿Nacional o importado?

Juan Carlos Zuleta Acevedo
Consultor en Emprendimiento e Innovación

Uno de los personajes más recordados de “La Grúa”, el programa de humor de los noventa, es Don Chucho: un tendero de barrio que cuando alguien venía a comprarle algo siempre le preguntaba con acento pueblerino: ¿nacional o importado?

En las últimas semanas, a medida que se va conociendo la verdadera magnitud del impacto del covid-19, muchas voces se han alzado en favor de la protección del tejido empresarial por ser uno de los principales motores de nuestra economía, pues las empresas generan empleo, suministran productos y servicios al mercado, pagan impuestos, proponen soluciones innovadoras a las necesidades de los consumidores y, en definitiva, contribuyen al desarrollo y bienestar de la sociedad.

Una de las consecuencias más graves de la crisis actual es el desempleo y las cifras publicadas por el Dane son bastante dolorosas -en abril subió a 19,8%: 5,3 millones de empleos menos que hace un año-, pero la situación sería mucho peor si el Gobierno no hubiera implementado ninguna medida no solo para intentar proteger el empleo y las empresas, sino también la salud de las personas. Sin embargo, la capacidad del Gobierno es limitada y los subsidios no son indefinidos ni suficientes. Por esta razón, es necesaria la apertura progresiva de los diferentes sectores económicos, especialmente el comercio, para que haya un verdadero impulso en la demanda que reactive el aparato productivo nacional.

Hace poco, el ministro José Manuel Restrepo explicaba en un foro algunas estrategias que se están implementando desde el Mincomercio para fortalecer el tejido empresarial del país y mejorar su competitividad. Me llamó la atención un dato: de las 3.790 partidas arancelarias que se importan desde China, 790 tienen registro de producción nacional, es decir, que corresponden a productos que también se fabrican en Colombia. Y algo similar pasa en las relaciones comerciales con otros países. ¿Por qué preferimos lo importado a lo nacional? ¿Es el precio? ¿Es la calidad? ¿Es el diseño? ¿Es la garantía? ¿Es la marca?

Hoy, más que nunca, tenemos la responsabilidad de defender nuestra economía, exigiendo que se respeten las reglas del comercio internacional e implementando todas aquellas estrategias que fomenten la productividad de nuestras empresas para poder competir en igualdad de condiciones frente a los productos importados, en beneficio del consumidor.

Sin embargo, la mejor medida para proteger nuestros empleos y nuestras empresas en una economía globalizada la tenemos en nuestras propias manos: cuando decidimos comprar productos hechos en Colombia. Es verdad que el país no tiene la capacidad de fabricar toda la gama de artículos que consumimos, pero cuando se nos presente la oportunidad de elegir entre un producto nacional o uno importado, escojamos el nacional.

No olvidemos la estrofa de aquel famoso bambuco colombiano que seguramente todos hemos escuchado y que más de una vez hemos cantado con orgullo y a todo pulmón: “No me dé trago extranjero, que es caro y no sabe a bueno, y porque yo quiero siempre lo de mi tierra primero”. Esto es patriotismo.

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