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Una de las consecuencias de la crisis actual es que se ha creado una fuerte conciencia del terrible nivel de violencia física, verbal y simbólica que hemos normalizado. Y en los adultos el temor inmenso por la repetición de momentos trágicos de nuestra historia que creíamos haber superado. Por eso ponemos toda nuestra fe en la recuperación del senador Miguel Uribe y en el pronto esclarecimiento de tan execrable atentado.
La universidad no puede abstraerse de la situación que sufre nuestro país. Por el contrario, debe involucrarse más y de manera más consciente en su función transformadora de la sociedad. Humberto Maturana, el pensador chileno fallecido en 2021, insistió en muchos de sus trabajos en el papel de la universidad en la formación de ciudadanos responsables de sí mismos y de su entorno, libres y conscientes de su papel en la construcción de una sociedad basada en la colaboración y en el respeto al otro.
En ‘El Sentido de lo Humano’ (1991), Maturana afirma que, para construir un país unido es necesario que cimentemos valores y deseos de un mejor futuro, para lo cual debemos adecuar espacios de acción comunes desde la infancia. Es en el espacio de formación donde debemos aprender a reflexionar sobre nuestras acciones y sus consecuencias, fomentando la libertad con responsabilidad de nuestro actuar.
La universidad es el espacio ideal para formar y fortalecer el pensamiento crítico, la capacidad de reflexión, el desarrollo de la conciencia social, ética, ecológica y el pensamiento creativo que facilite la acción constructiva de una sociedad que promoviendo la divergencia pueda tener una paz duradera. La universidad es la responsable de formar personas capaces de convivir, respetar, contribuir al bienestar colectivo y actuar con responsabilidad ética.
Para Maturana, la base de la humanidad y de la convivencia es el amor y la aceptación del otro como legítimo, con sus ideas y su cultura. Es en esa diversidad que construimos el bienestar y el progreso de nuestra sociedad. Por esto, afirma, es imprescindible proteger y valorar el trabajo de los académicos para evitar el deterioro de las instituciones universitarias. La universidad entonces es una red de conversaciones, allí las acciones y las emociones se coordinan en un lenguaje que facilite el diálogo y la discusión. Solo una universidad autónoma donde se pueda dar la libre discusión de ideas en el respeto mutuo puede ayudarnos a salir de la crisis. Que estemos tremendamente dolidos no puede negar que pensamos diferente y que todos tenemos razones para estar tristes, enfadados o muy adoloridos y no son razones para avergonzarnos de esos sentimientos como nos dice Mariana Alessandri, profesora de la Universidad de Texas en entrevista de Macarena Vidal en el País, en entrevista en el diario El País, el pasado 19 de junio.
Debemos fortalecer el trabajo académico para la construcción de una paz duradera. Nuestra docencia, en todos nuestros programas académicos, debe promover la cultura del diálogo, la empatía y el respeto por el pensamiento del otro de modo tal que los profesionales en todas las áreas de conocimiento sean líderes con sensibilidad en la construcción de paz, capaces de liderar iniciativas que promuevan la reconciliación en nuestra vida cotidiana y profesional. Una docencia que permita que estudiantes de todas las regiones puedan realizar proyectos juntos donde se puedan observar desde distintas perspectivas los procesos sociales en sus múltiples niveles brindando un escenario de apoyo consensuado en el análisis de los problemas, en la discusión de causas estructurales y alternativas de solución y en la implementación real de acciones que reconozcan a todos los actores involucrados, como nos están pidiendo desde hace varios años la Unesco o el foro del Premio Nobel de la Paz.
Así mismo, la investigación para la paz, la justicia transicional, la memoria histórica y la reparación de las víctimas permitirán la construcción compartida de una narrativa en concordancia con los hechos históricos y que ayude a cerrar las heridas. En particular, en la Universidad Nacional de Colombia se creó el Laboratorio de Innovación para la Paz que fue importante para desarrollar herramientas y habilidades para la resolución de retos en las comunidades y fue impulsor de iniciativas comunitarias y emprendimientos sociales. Ahora, a lo que debemos pasar es a proyectos de investigación interinstitucionales y transdisciplinares donde participen investigadores senior y en formación de varias universidades públicas y privadas e instituciones nacionales junto con entidades internacionales. Solo viendo el problema, sus causas y sus posibles soluciones desde diferentes perspectivas podremos intentar resolver un asunto tan complejo.
La universidad no puede ser el reflejo del país, todo lo contrario, en momentos de crisis debe iluminar el camino de la sociedad como tal debe abrazar el pensamiento crítico, la protesta pacífica y rechazar sin ambigüedades toda forma de violencia.
El primer daño es el tránsito de la búsqueda genuina de la verdad hacia la imposición de la posverdad, donde los hechos dejan de importar y son reemplazados por narrativas conveniente