Aranceles en ciernes

Esta columna verá la luz en el preámbulo del fin del período de gracia de la implementación de la política de aranceles recíprocos por parte de Estados Unidos. Recordemos que, tras el primer anuncio, en lo que el presidente Trump denominó el “Día de la Liberación”, Estados Unidos dio un plazo para acomodar varias negociaciones antes de la entrada en vigencia de las nuevas medidas comerciales. El plazo vence mañana.

Las negociaciones entre Estados Unidos y diferentes países han venido ocurriendo tras bambalinas, pero varios acuerdos han estado en el centro de la atención. Uno de los más recientes, con la Unión Europea, ha generado múltiples reacciones, casi todas de asombro, frente a la imposición por parte de Estados Unidos de un arancel de 15% a sus importaciones europeas, para una gama amplia de productos, incluyendo vehículos. El anuncio más reciente, mientras escribo estas líneas, es el de un arancel de 25% a los productos de India, con otras posibles medidas en penalidad por la relación comercial de dicho país con Rusia. Brasil se enfrenta a un eventual arancel de 50%, justificado por las barreras no arancelarias de nuestro vecino suramericano y como resultado del proceso judicial en contra del expresidente Jair Bolsonaro.

Por su parte, México tendría una tarifa arancelaria de 30%, mientras Canadá tendría una de 35% para bienes y 15% para energía, en el entendido de que los bienes y servicios están amparados bajo el tratado de libre comercio entre los países de Norteamérica. La administración Trump también ha dicho que 15% podría ser la tarifa mínima universal dentro de su política de aranceles recíprocos. Japón tendría un arancel precisamente de 15%, mayor a la tarifa de 10% inicialmente anunciada, tras una larga negociación en la que el país nipón se comprometió a varias inversiones estratégicas en Estados Unidos, recibiendo a cambio una reducción de 25% a 15% para vehículos.

Adicionalmente a los aranceles impuestos bajo la lógica de reciprocidad de tarifas y barreras arancelarias, Estados Unidos impondría un arancel de 50% al cobre, que se sumaría al del acero y aluminio con una tasa igual, con algunas excepciones particulares, como el Reino Unido, donde habrá una política de cuotas, y con varias consideraciones dependiendo de los aranceles recíprocos.

A un día de la entrada en vigor de este nuevo sistema arancelario en Estados Unidos, la incertidumbre es aún enorme. Muchas de las medidas aquí descritas podrían cambiar a última hora, sin mencionar la definición de muchas otras.

En el caso de Colombia, continuamos con un escenario de aranceles de 10%, que en principio no afectan 51% de la canasta exportada de nuestro país. Colombia tiene todos los argumentos comerciales para buscar un arancel incluso menor. Adicionalmente, puede tomar varias medidas para reducir las fricciones con Estados Unidos, como aquella relacionada con el requisito de certificación por parte de terceros para vehículos y partes, que no tiene mucho sentido. Necesitamos avanzar rápidamente en este frente, sabiendo que las relaciones bilaterales se pueden tensar por cuenta del aumento significativo de la producción de drogas en nuestro territorio.

Colombia tiene mucho por ganar si gana mayor acceso al mercado de Estados Unidos en un momento en que muchos países asiáticos tendrán que buscar otros mercados o perder márgenes de ganancia en sus exportaciones a dicho país.