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Es común ver en las noticias de la Costa Este de los Estados Unidos, que con frecuencia se encuentran paquetes de cocaína en bloque que arriman a las playas o flotan en el mar y son reportados a las autoridades. Aunque lo anterior ya era asumido como paisaje por algunos americanos, resulta en grave indicador que dimensiona las cantidades abrumadoras de droga que por las costas entran a su mercado de consumo. De ahí que resultará apenas lógico y necesario, que los Estados Unidos haya decidido iluminar la problemática criminal y declarado una lucha frontal contra los carteles, organizaciones terroristas y Gaor, encargados de conspirar para traficar estupefacientes hacia su país.
El presidente Trump, que en 200 días cambió a los Estados Unidos de forma radical, no podía ser inferior al reto, y decidió arremeter, a su estilo, contra el tenebroso flagelo del narcotráfico Latinoamericano. Las impresionantes máquinas de la muerte de la marina de los Estados Unidos, que desde hace varios días guardan las aguas del mar caribe, junto con el ejército más poderoso del mundo, cierran con candado la ruta del narcotráfico hacia el norte desde Latinoamérica. Lo anterior resulta en golpe directo a las finanzas de las organizaciones dedicadas a la exportación de droga desde Latinoamérica, y en importantes repercusiones políticas, económicas y sociales para los países del sur.
Según datos públicos, Colombia produce y exporta más de 90% de la cocaína que se consume en los Estados Unidos, lo cual representa aproximadamente 4,5% del PIB, colombiano. Hoy, Colombia ya no sabe en cuántas hectáreas de coca se cuenta, pero el último dato púbico indica 253.000, para 2023. Se presume que hoy son muchas más las hectáreas de coca sembradas en Colombia y que las mismas son al menos dos veces más productivas que por los años 2000, en razón a las nuevas tecnologías aplicadas a los métodos de producción. ¿Por qué no se está hablando en voz alta sobre kg/hectárea de coca? No sería extraño que la mafia colombiana aplique herramientas como la agricultura de precisión, mejores químicos, y la manipulación del material genético de las plantas de coca, para maximizar la productividad de la fértil tierra colombiana. Hoy, la mata de coca parece más resiliente y fructífera que hace 20 años. Así que al número de hectáreas que algún día se cuenten habrá que aplicarle un múltiplo de productividad muy superior. Creo no equivocarme al asumir que hoy Colombia navega en coca, incluso en peores condiciones que en las famosas épocas de los 90’s.
¿Cuál será el efecto en Colombia de que no pase un kilogramo más de coca por las rutas del Caribe con destino a Norteamérica? Me atrevería a afirmar que la economía colombiana que desde hace décadas está blindada frente a las crisis, por el dinero del narco que inunda las calles, tendrá graves repercusiones, pues se expondrá a las variables económicas sin alteración mayor por esta variable. Por ejemplo; menos construcciones, menos carros vendidos, y menos consumo, menos giros de dineros, menos circulante, y por su puesto menos recaudo. En general, la economía se desacelerará. De otra parte, probablemente se verá aún más deterioro en la seguridad y su percepción en razón a que las toneladas de coca que hoy se encuentran embarcadas o listas para embarcar, no zarparan debido al bloqueo militar que los Estados Unidos ha impuesto a la ruta del estupefaciente por el Caribe. Así, Colombia estaría adportas de inundarse en cocaína, y por lo mismo, los esfuerzos para su comercialización en el mercado interno se redoblarán. Ya hoy el microtráfico representa 0,75% del PIB, este indicador junto con sus graves problemáticas sociales, en seguridad y salud pública, tenderían a subir. También es probable opinar que parte del dinero ilícito producto del narcotráfico que acostumbra infiltrar las campañas electorales, no llegará o llegará en menor medida. Así mismo, es posible pensar que las rutas de exportación de droga por el Pacífico colombiano serán las rutas de descongestión de la droga hacia los mercados europeos, asiáticos, africanos, australianos y de Oceanía. En consecuencia, ciudades como Cali y Buenaventura, deberían prepararse para la compleja y peligrosa situación devenida de una lucha por el territorio.
Así pues, el paisaje del Mar Caribe militarizado por los Estados Unidos, implica que la política de estado colombiana se ajuste y prepare planes económicos, sociales, de salud pública y políticos, para sobrellevar la disrupción que implica la cerrada de las llaves al dinero del narco.
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