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Analistas 13/10/2016

La nueva agenda urbana

Jorge Iván González
Profesor de U. Nacional y Externado
La República Más
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Entre el 17 y el 20 de octubre se llevará a cabo en Quito la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Vivienda y Desarrollo Urbano Sostenible, también conocida como Hábitat III. La Conferencia propondrá una “Nueva Agenda Urbana”, que está basada en dos principios: sostenibilidad e inclusión.

En los últimos años la dinámica urbana, sobre todo en América Latina y Asia, ha sido sorprendente. Se espera que en 2050, 70% de las personas del planeta vivan en centros urbanos. Actualmente, 80% del PIB mundial se genera en las ciudades. Hoy es más evidente el papel que cumplen las ciudades en las dimensiones ambientales, sociales, económicas y políticas. En el borrador de la declaración de Quito se afirma que “la urbanización no es solo un resultado del desarrollo, sino un motor formidable para lograr el desarrollo”.

La concreción de los principios de sostenibilidad e inclusión, tal y como se propone en la Nueva Agenda Urbana, obliga a realizar cambios radicales. Sin negar los avances que se han conseguido, la actual dinámica urbana no favorece la sostenibilidad ni la inclusión. Si las urbanización se gestiona bien “puede contribuir al crecimiento sostenible e integrador, en armonía con la naturaleza, luchar contra las desigualdades, aumentar la productividad y promover la creación de empleo, el bienestar social, la participación ciudadana, la innovación y las ideas emergentes”.

En el mundo entero la sostenibilidad tiene dos componentes centrales: la gestión del agua y el ordenamiento del territorio. La Nueva Agenda Urbana concibe la ciudad desde una perspectiva territorial y recomienda “anticipar los temas relativos al agua en la planeación del desarrollo urbano, más que ajustarlos al entorno construido”. El agua y la sostenibilidad ambiental debe ser la prioridad en la definición de los futuros procesos urbanos. Desgraciadamente se ha optado por el camino inverso, y se ha colocado la sostenibilidad en un lugar secundario, así que primero se construye y después se tratan de resolver, de manera improvisada, los asuntos relacionados con el agua y el medio ambiente.

Y la inclusión tiene que ver con la reducción de las brechas de ingreso, de oportunidades y de acceso a los equipamientos. La segregación espacial se ha agudizado en numerosas ciudades del mundo. Aún en los países del norte de Europa que se han caracterizado por ser relativamente igualitarios, las diferencias entre barrios y comunas es significativa.

Colombia, que sin duda firmará la declaración de Quito, tendrá que realizar transformaciones sustantivas si quiere ser consecuente con los lineamientos básicos del documento. En los temas relacionados con el agua, el medio ambiente y el ordenamiento territorial, basta ver lo que está sucediendo con los páramos, el río Bogotá y el río Magdalena. Además, la conturbación parece no tener control, los planes de ordenamiento territorial de los municipios no están articulados, y se sigue construyendo en zonas que deberían estar protegidas.

En los asuntos relacionados con la inclusión, las desigualdades son evidentes. No solamente entre el campo y la ciudad, sino entre ciudades (por ejemplo, Calera y Soacha), y al interior de éstas entre los barrios. La lucha contra la segregación es compleja, pero el primer paso es reconocer la gravedad del hecho. Frente a la segregación, dice la Nueva Agenda Urbana, por lo menos hay que “neutralizarla”. Y en las ciudades medias y grandes, este compromiso es responsabilidad, sobre todo, de los gobiernos locales.

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