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Analistas 28/02/2013

Café con sabor holandés

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La moda de protestar que impusieron hace unos meses los estudiantes y los empleados de la rama judicial se salió de las ciudades y ahora se ha trasladado a los campos y carreteras del país. La protesta cafetera, que en algunos lados ha tomado matices violentos, no parece finalizar del todo. A pesar de las reuniones iniciadas ayer por algunos representantes de los cafeteros, la Federación y el Gobierno, el final se ve muy lejos. Es triste que por ejemplo, una mujer en estado de embarazo, haya sido herida arriesgando la vida en medio de las protestas y los saqueos de mitad de semana en el municipio de Garzón, Huila, sólo por citar un ejemplo.

 
El Gobierno se enfrenta a una regla de tres difícil de cuestionar. El  precio interno de la carga apenas supera los $500.000 y no alcanza para cubrir los costos que están por encima de $650.000. La variación histórica y acumulativa de los costos de producción se creció por la combinación de varios factores: la revaluación del peso, las bajas cosechas por la intensidad de las lluvias desde 2010, la roya, los insumos y la mano de obra.  
 
Como siempre en las protestas, políticos de turno y grupos ilegales se aprovechan del río revuelto. Los trinos del ex-presidente Uribe y su ex-asesor Gaviria apoyando la marcha se suman coincidencial y perversamente con iniciativas de integrantes de grupos terroristas que intentan “sabotear” al Gobierno de cualquier manera. Hay algo de oportunismo de quienes se subieron a la protesta a mitad de camino y es un tren cargado que al Presidente Santos le va a tocar lidiar y de manera muy distinta a como lo hizo durante la primera semana.
 
El café es un emblema de nuestro país y la triste realidad es que los productores han cambiado poco frente a una realidad de mercado que les paso por encima de la cabeza a lo largo de los años hasta concluir en la presente crisis. El modelo económico de fijación de un precio interno y de la misma existencia de una Federación entra en tela de juicio en este momento. Las bondades e impulso de marca que la Federación trabajaron por años, hoy de manera injusta, no los premia el mercado. Al consumidor final de Colombia y el mundo ya no le basta la publicidad creativa de Juan Valdez. La competencia nos volteó el partido y nuestro equipo no hizo los cambios a tiempo.  
 
Alberto Londoño, caficultor mediano de Caldas dice: “Colombia hace 20 años era el país mejor posicionado, pero ahora es el único que ha retrocedido en producción. Hoy, ocupamos el cuarto puesto en la producción mundial con 8.000 sacos, por detrás de Brasil (50.826), Vietnam (22.000) e Indonesia (10.950). Hasta Honduras está mejor que nosotros,  se cayó el pacto  internacional de cuotas y el negocio del café en Colombia se derrumbó y  jamás volvimos a ser los mismos”. 
 
El preocupante mensaje debería ser lección para otras industrias que enfrentarán los mismos desafíos con la entrada en vigencia de más tratados de libre comercio. No sé si Colombia esté lista para enfrentar la realidad de dejar de ser un país altamente agrícola y exportador de ciertos productos, para convertirse en un país de servicios y gran importador. El cambio de modelo económico puede quebrar a mucha gente por el camino. No todo en la vida es petróleo y minería. El sector real necesita un fortalecimiento desde la política de estado hasta detalles como que muchos pequeños empresarios deben tener un plan de innovación. Las reglas del mercado van cambiando y es obligatorio adaptarse. El síntoma de la crisis cafetera puede ser apenas la puntada inicial de la tan temida y anunciada enfermedad holandesa.
 
Ñapa: La compañía Allianz envió un certificado por escrito a este diario, con respecto a la columna “Helicopteros que huelen a basura” escrita por mi el día 7 de febrero de 2013. La compañía certifica que no recibió pagos en efectivo ni expidió la póliza para la importación de camiones de basura del Alcalde Gustavo Petro. La compañía adicionalmente inició una investigación interna y está dispuesta a ir a las instancias judiciales y penales si encuentra que hay personas internas o externas falsficando polizas con su nombre y marca. 

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