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Revisando varias de las alocuciones presidenciales recientes, las narrativas me llevaron a deducir que nuestro mandatario se equivoca creyéndose Aureliano Buendía de “100 años de soledad”. Dentro de la literatura de García Márquez hay otro personaje del realismo mágico que se acerca más al perfil de Gustavo Petro. Se trata de “Blacamán” un adivino avaro y estafador quien viajaba de pueblo en pueblo vendiendo milagros falsos. “Blacamán el bueno, vendedor de milagros” fue publicado en 1968 y luego incorporado en 1972 al libro “La increíble y triste historia de la cándida Eréndira y de su abuela desalmada” una recopilación de siete cuentos.
El texto describe a un “doble” personaje con el mismo nombre. Hay un Blacamán bueno y otro malo. Al final se descubre que ambos eran estafadores. El cuento explora presuntos milagros, visiones y resurrecciones con farsas y engaños. Es una narración sobre mentiras, estafas y las consecuencias negativas que traen en el destino, incluyendo episodios de venganza entre ambos. En 1989 Rubén Blades junto a “Seis del Solar” grabó la canción “Blacamán”, dentro del álbum “Agua de Luna” del sello discográfico Elektra. La obra es una recopilación de canciones homenaje a cuentos de García Márquez como “Ojos de Perro Azul”. En la letra de la canción, Blades parece ser bastante premonitorio, ya que en el comienzo Blacamán aparece “Mirando al mundo en Technicolor, con un libreto de su invención” para luego concluir con una visión demoledora traída a valor presente: “Pues al amo no le conviene la verdad”.
El nombre ciertamente no es de la ficción. “Blacamán” era el apodo de un personaje real, un famoso faquir italiano llamado Pietro Aversa muy popular en la primera mitad del siglo pasado. Este faquir se presentaba como un mago ilusionista con habilidades extraordinarias, como hacerse enterrar vivo y resucitar, hipnotizar animales y realizar actos para desafiar la muerte. El reconocimiento del público hacia las escenas de resurrección y trucos espectaculares, venía acompañado de acusaciones de ser solo un impostor.
Sentarse a oír a Petro en sus alocuciones es recorrer relatos de Blacamán llenos de ilusión, poder, desviaciones de la realidad e interpretaciones reforzadas de las leyes. Habla de licitaciones que no existen, nombramientos que no se van a dar, funcionarios y despachos que solo habitan en su mente, nombres, situaciones, elementos que él mismo olvida, hasta el punto de aceptar públicamente que no controla sus horas de sueño. A todo lo que dice se le debe adicionar un gran asterisco, ya que nos acostumbró por largas horas a una verborrea de culebrero infinito que navega en una constante venta de humo de la cual nunca escapará. Habla sin parar dentro de las difusas fronteras entre la verdad y el engaño. La mentira continua como forma de gobierno. El Presidente hace juegos simbólicos entre la magia y la farsa, con una extraña fascinación por la historia mundial. La precisión o rigurosidad de las cifras, datos y conceptos no es lo de él. Lo curioso es que los funcionarios itinerantes que lo acompañan nunca lo corrigen. A veces uno quisiera que alguien dijera el famoso “¿Por qué no te callas? del Rey de España a Hugo Chávez en el marco de la Cumbre Iberoamericana de Jefes de Estado en Chile en 2007.
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