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La semana pasada, la Junta Directiva del Banco de la República se reunió para definir el rumbo de la política monetaria en Colombia. Contra las expectativas del mercado, que anticipaba nuevamente una pausa en el ciclo de reducción de tasas, la Junta optó por disminuir de forma unánime la tasa de intervención en 25 puntos básicos.
Esta decisión, si bien fue inesperada, refleja un análisis profundo de las condiciones macroeconómicas nacionales e internacionales, y representa un movimiento prudente y anticipatorio que busca balancear los riesgos presentes y futuros.
Al respecto, cabe recordar que los analistas esperaban una decisión conservadora, ante la persistencia de múltiples fuentes de incertidumbre interna y externa, destacándose el subcumplimiento de metas de recaudo, la sostenibilidad de las finanzas públicas y la evolución de las tensiones comerciales y políticas a nivel global. Además, en semanas recientes, algunos indicadores como la prima de riesgo país encendieron las alarmas.
Este indicador, que refleja la percepción del riesgo crediticio de Colombia y es comparable frente a otros países emergentes, llegó a ubicarse por encima incluso de países como Brasil y Turquía, cuyas calificaciones de riesgo son inferiores y que han enfrentado episodios de inestabilidad macroeconómica por un manejo poco responsable de la política fiscal y monetaria.
En ese contexto, una reducción en la tasa de política monetaria habría parecido, hasta hace poco, no solo improbable, sino incluso temeraria. Sin embargo, la decisión tomada por el Banco refleja una lectura dinámica de la coyuntura, que considera la evolución reciente de variables clave.
En particular, el dato de inflación de marzo, que se ubicó en 5,09% anual, fue recibido positivamente por los mercados, luego de una inercia inquietante observada en enero y febrero. Esto refuerza la expectativa de una tendencia descendente sostenida, que permitiría la convergencia hacia la meta de 3% en el mediano plazo.
A esto se sumó un factor externo determinante: en la mañana del mismo día de la reunión de la Junta, se conoció el dato de crecimiento del PIB de Estados Unidos para el primer trimestre de 2025, que sorprendió con una contracción de 0,3% anualizado. Este resultado no solo evidencia la fragilidad de la economía estadounidense frente a las tensiones geopolíticas y los cambios en su política comercial, sino que también incrementa la probabilidad de que la Reserva Federal acelere su ciclo de reducción de tasas antes de lo previsto.
De hecho, respecto a marzo de este mismo año, ahora se estima una mayor probabilidad de que se realicen tres recortes por parte de la FED, cada uno de 25 puntos básicos. Esta expectativa, de materializarse, podría aliviar las presiones sobre los flujos de capital hacia economías emergentes como Colombia y abrir espacio para una política monetaria más expansiva a nivel local.
Desde esta perspectiva, la decisión del Banco de la República debe entenderse no como una concesión prematura, sino como una medida estratégica que busca anticiparse a los movimientos del entorno y dar señales claras al mercado sobre el compromiso con la reactivación económica.
Una reducción moderada, como la adoptada, tiene el potencial de estimular la demanda interna, facilitar la recuperación del crédito y dinamizar la inversión, sin comprometer la estabilidad de precios.
Estoy convencido de que el Banco de la República continuará realizando un análisis exhaustivo y ponderado de los múltiples factores que inciden sobre la economía, manteniéndose firme en su mandato constitucional de velar por la estabilidad de precios. Celebro, además, que dicha estabilidad no se persiga de forma rígida, sino con una visión amplia, flexible y consciente del impacto que tiene la política monetaria sobre el bienestar de los hogares, el empleo y la actividad productiva.