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Desde la primera semana de enero, la tasa de cambio se ha apreciado hasta alcanzar niveles cercanos a $4.200, luego de haber bordeado los $4.400 a mitad de diciembre del año anterior. Este comportamiento se ha visto favorecido por un leve debilitamiento del dólar a nivel global, debido a menores temores sobre el comportamiento de la inflación en los Estados Unidos y el mensaje de la nueva administración de dicho país acerca de una menor probabilidad de imponer aranceles a otros países con celeridad.
Asimismo, el reciente anuncio de Standard & Poor’s de mantener la calificación y la perspectiva crediticia de Colombia fue positivo, dado que algunos analistas, considerando los grandes retos que enfrenta la sostenibilidad fiscal, habían mencionado la posibilidad de que se diera una revisión a la baja que podría haber afectado las condiciones macroeconómicas.
Sin embargo, a pesar de este alivio respecto a las presiones alcistas que el país ha venido enfrentando, aún es prematuro concluir que la tendencia creciente observada desde abril del año pasado muestre un punto de giro. Esto se debe a factores económicos, tanto externos como locales, así como a un contexto geopolítico desafiante, que generan riesgos importantes a considerar.
En efecto, en el frente externo, las presiones al alza sobre la moneda vendrían, en parte, por la fortaleza de la economía estadounidense y la implementación de las potenciales medidas de política comercial anunciadas por la nueva administración de Estados Unidos, confirmadas por el presidente Trump en el reciente foro de Davos.
Algunas de estas iniciativas podrían generar presiones inflacionarias, llevando a la Reserva Federal a adoptar una postura más cautelosa frente a los recortes a la tasa de interés, lo cual disminuiría el diferencial de tasas frente a otras economías emergentes, condicionando, a su vez, la política monetaria de estas últimas, bajo el riesgo de experimentar devaluaciones.
Además, deben considerarse los conflictos políticos y la debilidad de la actividad productiva en países como Alemania y Francia, que, a su vez, afectan al euro e incrementan, por esta vía, la preferencia por el dólar estadounidense. La posibilidad de que se alcance la paridad entre dichas divisas, e incluso de que el euro se ubique por debajo del dólar, generaría presiones indirectas sobre las monedas de América Latina, al aumentar la salida de capitales de la región.
Estos nuevos vientos, que sin duda generarán volatilidad en los próximos meses, nos obligan a redoblar esfuerzos para enfrentarlos y atenuar sus efectos a nivel macroeconómico. Al respecto, cabe mencionar que, en el ámbito local, los retos que enfrenta el país en materia fiscal, especialmente por el lado del gasto público, se configuran como un factor que genera presiones sobre la tasa de cambio y la prima de riesgo, lo que, a su vez, encarece el financiamiento para el Gobierno, las empresas y los hogares.
Debe quedar claro que la vulnerabilidad fiscal aumenta la sensibilidad de la economía frente a eventuales choques externos, como se ha observado recientemente en Brasil y México.
Así las cosas, pese a que la reciente apreciación del peso colombiano representa una señal positiva, los desafíos externos e internos que enfrentaremos no son menores. Por ello, será fundamental garantizar el cumplimiento estricto de la regla fiscal, diseñar políticas que impulsen la inversión privada y redoblar esfuerzos para mantener buenas relaciones con nuestros socios comerciales, factores sine qua non para consolidar el proceso de recuperación económica y el fortalecimiento de las finanzas públicas.