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Analistas 20/11/2023

Ni de riesgos

Jonathan Malagón
Presidente de Asobancaria
JONATHAN MALAGON

Colombia tiene un sistema financiero estable. Ha tenido, en los últimos cien años, solo dos crisis bancarias, una en 1982 y otra en 1999. En contraste, Brasil tuvo 11, Argentina 9, Chile y México 7, Perú 4 e, incluso, Estados Unidos, país referente en materia de gestión de riesgos, ha tenido también 4 crisis en el último siglo. Esto convierte a nuestro país en un líder de estabilidad financiera en todo el continente.

Aunque estos eventos claramente no son deseables, sí nos han dejado aprendizajes. Por ejemplo, en nuestro caso, la crisis de 1982 impulsó la transición hacia estándares internacionales (Basilea I) y la creación de Fogafin. Luego de la crisis de final de siglo XX, se creó Fogacoop y se publicó la Ley 546 para mitigar los riesgos en el sector vivienda.

Además, el sector financiero ha seguido avanzando con la adopción de estándares de Basilea II y III y la creación del Sistema Integral de Administración de Riesgos (Siar), hoy la columna vertebral del marco regulatorio robusto con el que cuenta el sector. Pero, la regulación es solamente una condición necesaria, bajo ningún punto de vista es una condición suficiente para tener una administración de riesgos efectiva. Basta con observar a Estados Unidos, uno de los pioneros en la adopción de los estándares de Basilea y que ha tenido dos episodios de quiebras bancarias en los últimos 15 años.

Lo anterior deja en evidencia que nos somos invulnerables, pues la gestión de los riesgos es dinámica. De allí que las áreas de riesgos tienen la responsabilidad de entender y gestionar constantemente problemas que mutan y se complejizan.

Para el próximo año, por ejemplo, los riesgos que tendrán mayor relevancia para las entidades financieras se asocian a crédito, liquidez, ciberseguridad, a aspectos ambientales y digitalización. Los últimos tres, de hecho, no estaban en el radar de prioridades hace tan solo ocho años.

En cuanto al riesgo de crédito, la meta de elevar la inclusión financiera crediticia del 36% actual hasta 50% en 2026, plantea retos en materia de conocimiento de clientes y apetito por nuevos perfiles de riesgo, donde cobren relevancia la financiación de la Economía Popular y Comunitaria y el open finance. En términos de riesgo de liquidez, la Gestión de Activos y Pasivos se posiciona como un proceso clave. Allí, las entidades deberán evaluar la pertinencia de constituir áreas específicas para la administración de estas prácticas.

Para el riesgo de ciberseguridad, si bien 99,99% de nuestras transacciones no tienen reclamaciones por fraude, el país tiene un déficit de personal dedicado a esta materia y de tejido empresarial especializado. Por su parte, identificar, evaluar, mitigar y monitorear los riesgos ambientales y de cambio climático permite minimizar los impactos negativos que se puedan presentar, por lo que la implementación de Sistema de Administración de Riesgos Ambientales y Sociales (Saras) será fundamental para aumentar la colocación de créditos verdes.

Finalmente, sobre el riesgo de digitalización, debe reconocerse que la discusión dejó de ser sobre si las transacciones son físicas o digitales, para pasar a girar en torno a la inmediatez de las mismas. Esto implica mitigar riesgos operacionales en la adopción de nuevas tecnologías y plataformas que permitirán poner en marcha el Sistema de Pagos Inmediatos.

Todo este andamiaje, construido desde hace décadas y que seguirá fortaleciéndose, es lo que nos permite afirmar que el sistema financiero continuará siendo estable. Con tranquilidad, ante la amenaza de una crisis, podremos seguir diciendo: ¡ni de riesgos!

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