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Es innegable que las escuelas y colegios brindan más que contenidos académicos a niños y adolescentes. Además de lectura, escritura y matemáticas, los estudiantes desarrollan habilidades sociales y emocionales, hacen ejercicio y tienen acceso a servicios de ayuda para la salud mental y otros beneficios que no son tan fáciles de implementar cuando el aprendizaje se hace de manera remota.
Para muchos niños y adolescentes, las escuelas son el espacio donde permanecen seguros mientras que los padres trabajan, así como para muchas familias, son los lugares donde los niños reciben alimentos saludables, tienen acceso al internet y otros servicios vitales.
Gracias a la pandemia del covid-19, el regreso a clases se convirtió en un proceso complejo y que ha generado serias controversias a nivel mundial y altos niveles de ansiedad para alumnos, profesores y administradores de centros educativos que se enfrentan a la decisión entre regresar a la “normalidad” con clases presenciales o continuar enseñando de manera remota.
En la gestión de una pandemia derivada de un virus de cuyo funcionamiento se conocen cada día más cosas, resulta absolutamente fundamental estar al corriente de todas ellas. Sobre su transmisión, sabemos que el mecanismo más importante son los aerosoles respiratorios, lo que nos lleva a repensar muchas de las medidas que tomamos al principio de la pandemia llevados por la ignorancia, como el énfasis en los geles desinfectantes y en tratar de movernos por el mundo sin tocar nada pensando que el virus se transmitía a través de las superficies.
Con respecto a la forma en que el virus ataca a los niños hay muy poca claridad, aunque la evidencia confirma que no son invulnerables, que en algunas ocasiones se contagian muy fácilmente y que pueden llevar altas cargas virales aun siendo asintomáticos, lo más importante como lo demuestra lo sucedido en Estados Unidos, es que el regreso a clases presenciales ha producido un fuerte incremento de los casos en esa franja de edad.
En varios países europeos se ha reglamentado que todo estudiante mayor de 11 años debe usar un tapabocas todo el día, incluso en los recreos y las clases de música o gimnasia. En Gran Bretaña, el secretario de Educación dijo en una carta abierta a los padres que “la escuela es el mejor lugar donde pueden estar. Nada se compara con estar en un aula con un verdadero docente que los inspire a compartir sus descubrimientos” y les recordó que podrían enfrentar multas si se niegan a enviar a los niños a la escuela.
Varios expertos en el tema han afirmado que no existe una manera perfecta de reabrir las escuelas durante una pandemia e incluso cuando un país tiene los contagios por covid-19 bajo control. Las políticas y prácticas de los países que han tenido cierto éxito inicial con la reapertura escuelas apuntan en la misma dirección: un retorno parcial y la implementación de protocolos de sanidad en conjunción con una política donde la asistencia tenga un carácter voluntario.
El gran desafío que tenemos por delante es no confundir una buena respuesta de emergencia con un modelo educativo funcional y entender que enseñar y aprender post-pandemia va a requerir una aproximación pedagógica distinta a la que tenía antes. Tenemos que tomar esas experiencias para poder continuar hacia adelante tratando de mejorar nuestro sistema educativo. Lo peor que nos podría pasar es que en un modelo de educación a distancia nos olvidemos de lo que extrañamos de lo presencial y en lo presencial, de las conquistas de la virtualidad.