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Caminando las calles de varias ciudades de Brasil con motivo la Copa del Mundo de fútbol, me llamó la atención el hecho de que los turistas y aficionados al deporte han dejado las antiguas cámaras de video portátiles fabricadas por empresas japonesas como Sony o Panasonic, migrando hacia un dispositivo mas pequeño y con funcionalidad reducida fabricado por la joven compañía americana “GoPro” que permite por medio de un accesorio en forma de bastón que el usuario tome fotos y videos de si mismo en los lugares que visita.
La empresa fundada hace unos años por el surfista Nick, vende una serie de cámaras con montajes y soportes especiales que en principio estaban enfocadas a deportistas que quisieran capturar una caminata por una montaña, un salto en paracaídas o incluso una ola gigante desde la punta de una tabla de surf. El éxito de sus productos a nivel mundial hizo que Foxconn, el gigante taiwanés, líder en la fabricación de productos electrónicos de consumo, comprará 8.88% de la compañía por US$ 200 milllones a finales de 2012, implicando una valoración de mas de US$2 billones.
La popularización de productos como la “GoPro” está directamente co-relacionado con la transformación cultural que nuestra sociedad está sufriendo ahora que los llamados “Millenials” han empezado a ser parte del aparato productivo y de la sociedad de consumo. Esta generación que incluye los nacidos entre 1978 y 2000, llama la atención de analistas y profesionales del marketing porque presenta cambios radicales en el comportamientos de los patrones de consumo con respecto a generaciones anteriores. Una generación donde a los individuos no les gustan los bancos ni las hipotecas y tienen más interés en adquirir el último dispositivo móvil que en poseer un automóvil. Pocos se casan o tienen intención de hacerlo. Son muy críticos con las marcas y muy activos en las redes sociales, moviéndose mucho por el reconocimiento y capacidad de influenciar “online”, lo cual ha hecho que se hayan convertido en los mayores propulsores de la cultura del “videoblogging” y el “selfie”.
Las estadísticas publicadas hace unos meses por red social “Instagram”, donde aparecen más de dos millones de imágenes identificadas como ‘yo’; 47 millones como ‘ selfie’; y 133 millones con la leyenda ‘ me’ (‘yo’, en inglés) demuestran que el fenómeno del “selfie” continúa en ascenso. Aunque no es raro ver auto-retratos de personas mayores, la tendencia ha calado fuertemente entre las generaciones que exploran con su autoimagen y buscan la forma perfecta de proyectarse ante el mundo: los adolescentes. En 2013, el fabricante de teléfonos móviles koreano Samsung publicó una encuesta sobre el tema donde se dice que alrededor de 30% de las fotos hechas por personas entre 18 y 24 años son autorretratos. Y en 2014, esa misma marca arrasó con el record de la imagen más “retuiteada” de la historia: un “selfie” tomado en mitad de una entrega de premios.
La explosión del “selfie” es el reflejo de una cultura cada vez más egocéntrica, en la cual todos los individuos gritan “mírenme” o en los casos donde la foto incluye además a una persona famosa o una celebridad, la necesidad de contarle a nuestros allegados con quien estuvimos.
Las tecnologías sociales han redefinido lo ‘normal’ como lo que es público, compartible y susceptible de ser buscado, es por esto que el buscar una “selfie” o publicar un video donde somos el protagonista es ahora algo mas que normal.
Lady Gaga se toma “selfies”, al igual que lo hizo el astronauta japonés Aki Hoshide durante una caminata espacial el año pasado y el mismo papa Francisco apareció en la primera “selfie papal” cuando un grupo de jóvenes católicos se autorretrataron con él en agosto de 2013.
Los detractores de este nuevo fenómeno social, aducen que simplemente se trata de un “producto burdo del capitalismo tardío que no hace más que convertir en un espectáculo el absoluto colapso intelectual y espiritual de la era” o que detrás de todo “auto-retratista” hay una inseguridad latente por su propia imagen y una necesidad de sentirse reforzado, lo cual obtiene al recibir “likes”, “retuits” o comentarios a sus publicaciones.
Lo que es innegable es que hoy en día resulta difícil pensar en un símbolo más apropiado, o más deprimente, para el tipo de sociedad narcisista en la que nos hemos convertido, que ese esfuerzo de querer difundir en una imagen lo mejor de nosotros, lo más atractivo, lo más cuidadosamente construido: una perfección autoimpuesta.