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Aunque las valoraciones no son comparables todavía con los niveles estratosféricos a que han llegado Uber, Lyft y Didi, todo pareciera indicar que el negocio de las bicicletas compartidas podría ser el próximo campamento de “unicornios” (término utilizado para describir compañías que alcanzan valoraciones por encima de US$1.000 millones). Así lo demuestra el crecimiento exponencial de compañías como Mobike, con presencia en mas de 200 ciudades en China, Italia e Inglaterra, Ofo y oBike que se expanden en Asia, Australia, Europa y Estados Unidos y Bcycle Latam que domina el mercado en Chile y quiere dominar el resto del continente. Este segmento de la industria del transporte que cuenta con cerca de 1.000 operaciones alrededor del mundo, se estima que para 2020 generará mas de US$6.000 millones, según un reporte de la firma de investigaciones Roland Berger.
Si estas compañías logran su objetivo, lograrán que las bicicletas compartidas se conviertan en uno de los principales pilares de un esquema de movilidad urbana verdaderamente intermodal, en combinación con redes adecuadas de transporte público para desplazamientos más largos y con sistemas como Uber.
Estos sistemas de bicicletas compartidas, también conocido como sistemas de bicicletas públicas, ponen estos aparatos a disposición de los ciudadanos, para que sean utilizadas temporalmente como medio de transporte. Normalmente estos sistemas son impulsados y administrados por los gobiernos locales y permiten al usuario recoger una bicicleta y devolverla en un punto diferente. Detrás existe un complejo mecanismo de mantenimiento y rebalanceo de las unidades que garantiza la disponibilidad de las bicicletas en todos los puntos de recogida. Uno de los aspectos más difíciles y costosos del modelo de negocios es la lucha contra el vandalismo y el robo, fenómeno que es mas prevalente en mercados emergentes.
Aunque en Bogotá varios alcaldes han vuelto el tema de las ciclovías una bandera de campaña y de gobierno, el tema de las bicicletas compartidas todavía está en pañales, al no contar con un proveedor del servicio que fomente el uso de este medio de transporte y aproveche lo construido hasta ahora del nivel de los existentes en Ciudad de México, Buenos Aires o Santiago entre otras ciudades de la región.
Los gobiernos de la Ciudad de México y Buenos Aires han asumido la operación y el mantenimiento de los sistemas de bicicletas compartidas como parte de su presupuesto anual de movilidad. Entendiendo que los costos de estos sistemas pueden ser elevados y que los gobiernos locales en otros lugares, no necesariamente tienen los presupuestos ni la experiencia para operarlos, suena lógico y razonable que se acuda a mecanismos como las concesiones o las Alianzas Público-Privadas (APP) que andan en boga en otros ramos de la infraestructura, para desarrollar el servicio en aras de suplir la demanda de un medio de transporte al que se le ha invertido ya bastante en términos de vías y de concienciación de los ciudadanos.
Al igual que pasa con los avances tecnológicos, muchas veces es necesario un cambio generacional para que se modifiquen los hábitos de consumo. Es muy factible que las nuevas generaciones tengan una mayor disposición a desplazarse en bicicleta bajo la lluvia y que vean en el uso de la bicicleta una solución a la necesidad de una actividad física que los mantenga saludables, especialmente con el crecimiento de la sedentariedad que ha generado la evolución del ambiente laboral.