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Analistas 16/07/2016

Carros autónomos: ¿más problemas que beneficios?

Javier Villamizar
Managing Director
La República Más
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Días después de que la Autoridad Nacional de Seguridad del Tráfico en Carretera de Estados Unidos anunció que abriría una investigación centrada en los vehículos Tesla en relación al accidente que sufrió uno de ellos el año pasado mientras era conducido en modo de “piloto automático”, la compañía vuelve a ser protagonista de titulares de prensa debido a otro percance, al parecer en similares circunstancias. 

Este último accidente, sufrido por Albert Scaglione, quien iba a bordo de un Tesla “Model X” al circular en ”modo autónomo” por una autopista de Pennsylvania, se suma al de Joshua Brown, quien falleció cuando su Tesla, que también estaba siendo piloteado automáticamente por la inteligencia artificial a bordo del automóvil, chocó contra un camión. La lista de accidentes parece estar creciendo rápidamente, lo cual ha obligado al fabricante insignia de vehículos eléctricos, a emitir comunicados públicos donde analizan, gracias a la información de telemetría y a lo que sería la “caja negra” de los vehículos accidentados, lo que estaba sucediendo en los alrededores del vehículo en los segundos previos al accidente, con el fin de quitarse al menos parcialmente la responsabilidad sobre lo acontecido a los conductores y pasajeros de los vehículos accidentados.

A medida que el concepto de los automóviles autónomos, ha dejado de ser un tema de la ciencia ficción y ha empezado a volverse realidad, gracias a iniciativas de compañías fabricantes de vehículos como Volvo, Mercedes-Benz, el mismo Tesla y jugadores no tradicionales como Google, pareciera que estamos a puertas de una revolución en el transporte individual y masivo donde los automóviles en poco tiempo estarán circulando por calles y carreteras sin un ser humano al volante. 

La elaboración del “software” que rige el comportamiento de los vehículos en modo autónomo se convierte en un factor crítico y a su vez estratégico para los fabricantes de los mismos. Como en cualquier problema de la vida real, un sistema inteligente debería tratar de optimizar la solución del mismo en busca de lograr ciertos objetivos. En el caso de un vehículo, estos objetivos son principalmente: la eficiencia en el uso de combustible, el tiempo en recorrer cierta ruta y el evitar un accidente a toda costa. Es por esto que la programación de los mismos, debe ser lo suficientemente sofisticado y de alta calidad, para tomar decisiones instantáneas con el fin de evitar un accidente o la pérdida de una o más vidas. Esto genera de inmediato un debate ético para los desarrolladores del código informático que rige el comportamiento de estos vehículos, particularmente en situaciones en las que tengan que decidir entre frenar o girar bruscamente para evitar a un transeúnte o no hacerlo con el fin de minimizar los daños al vehículo o a sus pasajeros. 

Es en situaciones como esa en la que la física pasa de inmediato a  un segundo plano, y la decisión de qué hacer genera de inmediato un debate moral y ético que debe ser asumido por la inteligencia de la máquina. Esto no es un tema nuevo, el mismo Isaac Asimov, autor ruso de ciencia ficción en sus series sobre robots se planteó la necesidad de que estas máquinas inteligentes tuvieran unas reglas básicas de comportamiento entre las cuales estaba el minimizar el daño a los humanos, incluso por encima de la protección a sí mismo. 

Otro aspecto del transporte y de los negocios conexos al mismo que se verá impactado fuertemente es el de los seguros y la responsabilidad en los accidentes que sucedan cuando los vehículos se encuentren en modo autónomo. Se podría pensar que las compañías de seguros, así como hoy utilizan dispositivos electrónicos para monitorear los patrones de manejo de los conductores para ajustar el precio de sus primas, en algún momento puedan premiar o castigar a vehículos y conductores que hagan uso de los “pilotos automáticos”. 

Pareciera lógico pensar que gobiernos y la sociedad en general debería empezar a pensar en las necesidades regulatorias que anticipen la llegada de estos vehículos al mercado antes de que sea tarde.
 

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