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Analistas 20/03/2013

Análisis genéticos: el problema de saber demasiado de sí mismo

Javier Villamizar
Managing Director
La República Más
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En 2007, uno de los fundadores de Google, Sergey Brin invirtió US$3,9 millones en la compañía 23andMe, con sede en California co-fundada por su esposa Anne Wojcicki y que se encuentra dedicada a ofrecer análisis genéticos personales. Las personas interesadas en conocer detalles sobre la composición de su ADN y descubrir si son portadores de genes o mutaciones de ellos que puedan volverlos propensos a ciertas enfermedades, se registran en el sitio de internet de la compañía y luego envían una muestra de salva y tejido epitelial de la boca usando un sencillo kit que 23andMe envía por correo una vez realizado el pago en línea. Los resultados se obtienen en aproximadamente un mes a través de una cuenta de internet y son mantenidos de manera anónima. La información revela detalles de la estructura genética de la persona, la propensión a ciertas enfermedades, así como la respuesta esperada a un grupo selecto de medicamentos. Si el usuario lo desea, es posible también obtener información detallada sobre la composición genética de sus ancestros y detalles estadísticos sobre la mezcla racial presente en sus genes.

 
En marzo de 2008, el producto estrella de 23andMe costaba US$999, en enero de 2009 había sido rebajado a US$399 y finalmente este año, luego de una nueva ronda de inversión donde se recaudaron más de US$50 millones, el precio ha descendido hasta los US$99. 
 
Este tipo de tecnología que finalmente empezando a masificarse y a estar al alcance de cualquier persona, se ha venido convirtiendo en una nueva tendencia en la salud personal, donde la gente prefiere para la prueba en línea, conocer su propensión a diversas enfermedades, y prepararse para la prevención de enfermedades. Con el resultado de la prueba, una persona puede de manera fácil y económica, determinar si está sustancialmente predispuesto a ciertas enfermedades y comenzar un proceso de ajuste de sus hábitos y de su ritmo de vida para reducir las probabilidades de enfermarse. 
 
En un medio tan regulado como es el de la medicina, entidades como la FDA se han manifestado y han empezado a poner orden sobre este tipo de servicios, aclarando que los usuarios tienen que ser conscientes que los resultados de una prueba genética solo se consideran como puntos de información estadística y en ningún caso pueden ser interpretados como un diagnóstico médico. Los opositores del uso de este tipo de pruebas genéticas se centran en el efecto psicológico que los resultados puedan generar en el caso de personas sanas, que posiblemente no puedan hacer nada en ese momento de su vida o que terminen siendo víctimas de hipocondría o de ansiedad por el temor a cuadros clínicos que en muchos casos no van a manifestarse hasta etapas mucho más avanzadas en sus vidas. 
 
Es evidente que un progreso tecnológico que permita prevenir una enfermedad o al menos prepararse para enfrentarla con suficiente anterioridad debería ser algo positivo y que debería estar al alcance de todos los individuos. Por otro lado el uso masivo por parte de la población de estas tecnologías y el estudio de la correlación entre el resultado de los análisis genéticos y la aparición de las enfermedades podría indudablemente ayudar en la investigación y al mejoramiento de los procesos, haciéndolos cada vez más confiables y seguros. Por otro lado el saber demasiado sobre si mismos puede someter a personas que posiblemente tienen una vida tranquila y feliz dentro del marco de esa “ignorancia voluntaria” a un nivel de estrés o ansiedad que puede acarrear otro tipo de problemas. 
 
Al igual que sucede con otros avances tecnológicos, la masificación de los mismos no debe producirse simplemente por el desarrollo de la tecnología en sí o por el abaratamiento de su costo, es importante entender y medir las consecuencias que un producto aparentemente benéfico pueda generar en la sociedad.  
 

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