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Para comenzar el año y buscando nuevos propósitos, me gustaría mostrar el “lado oscuro” de la tecnología, algo que a priori la mayoría consideramos sinónimo de desarrollo, avance, mejor futuro… Y sin duda, bien utilizada, se le deberían aplicar éstos y muchos otros calificativos positivos. Sin embargo, como en muchos ámbitos de la vida, ese propósito primigenio se puede tergiversar y llegar a un punto donde “reste más que sume”.
Hay que partir de una premisa: la tecnología, en genérico, está al servicio de las personas. Si esta consideración se tiene en cuenta en todo desarrollo tecnológico, vamos por buen camino y ayudarán a nuestro desarrollo intelectual y personal. El problema es que esto no siempre ocurre y muchos avances tecnológicos convierten al ser humano en un ser contemplativo, ensimismado, ajeno a la realidad en la que vive, inútil, con dificultades de comunicarse e interactuar, mecánico, simplón…. Voy a intentar mostrar con ejemplos este aspecto nocivo de las nuevas tecnologías:
Contemplativo: estoy seguro que todos estáis al corriente de las maravillas presentadas en el CES de Las Vegas la semana pasada. Ahora resulta que lo mejor que nos puede suceder cuando vamos en un coche es…, no tener que hacer nada. Nos metemos en el habitáculo y se acabó toda la actividad y el disfrute de manejar. Es un desfile de prototipos espaciales que se llaman coches, pero se podrían llamar de cualquier otra manera. Eso si, como el humanoide quiera interactuar con “la nave”, se puede bloquear y se nos acabó el paseo
Ensimismado; se han creado tantas plataformas cuyo fin en muchos casos es mostrase a uno mismo en diferentes lugares, situaciones, momentos…, que sólo nos interesa el “yo, mi, me, conmigo” y que me lo valoren, a ser posible con el pulgar hacia arriba o con un corazón. Dar envidia sin importarnos cómo se puede sentir el de enfrente ante nuestra publicación o incluso si estamos siendo honestos. ¿Será cierto todo eso tan bueno que nos muestra “fulanito”? Ese ensimismamiento muchas veces hace que vivamos sin hablarnos, juntarnos, compartiendo. Esta es la verdadera realidad.
Inútil: si hay un dispositivo que hasta lo más básico me lo soluciona; ¿para qué voy a usar la memoria para recordar un número de teléfono o dirección de un restaurante?, ¿para qué voy a hacer cálculo mental complejo de dividir la suma de una cena entre los 10 comensales que la disfrutaron?, si toda la comunicación es cada vez más telegráfica, ¿para qué voy a aprender a redactar y a tener un vocabulario amplio?; para qué…, para qué…. Ese es el problema, no se da importancia a desarrollar lo básico y nos convertimos en zotes.
Dificultades de comunicarse e interactuar; el ser humano es por naturaleza un ser asociativo y comunicativo. Necesita el contacto “físico y presencial” ¿No pensáis que tanta tecnología y tanto dispositivo está castrando a marchas aceleradas la capacidad de comunicación real entre las personas? ¿Cuántas veces hemos visto la escena de cuatro adolescentes entorno a una mesa y los cuatro conectados a sus celulares sin intercambiarse palabra durante muchos minutos? Grave….
Mecánico; en muchos casos la tecnología no nos deja improvisar, cambiar el paso. Estamos sujetos a una rigidez que nos impide ser “seres vivos”, influenciables, con sentimientos, volubles y adaptables. Nos obliga a robotizarnos para sentirnos más cómodos cuando interactuemos con esos robots que van plagando nuestras vidas. Es justo lo contrario. El robot tiene que adaptarse a la grandeza y la pluralidad y diversidad de las personas. No al revés
Simplón; tecnología de titulares. No hay tiempo para profundizar. Se necesita saber o, mejor dicho, estar informado de muchas cosas para no quedarnos “fuera de juego”, pero no nos dan tiempo para pensar, reflexionar, entender y discutir sobre algo. Inmediatez y…, a por lo siguiente. Esto tampoco fomenta en absoluto la capacidad crítica y sabiduría. Estas mentes son las llamadas a transformar para bien el mundo.
Sé que todo esto puede sonar exagerado o extremista, pero la tecnología nociva nos hace más vulnerables a ser manipulados, ya que no ayuda a construir personalidades sólidas y formadas, sino más bien “difusas” y “asociales”.