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Ya han pasado unos cuantos días y ha habido opiniones para todos los gustos respecto al discurso que hizo el presidente Petro ante la Asamblea General de las Naciones Unidas.
A priori hay un par de cosas que son ciertas: la primera es que es un escaparate, que siendo atractivo, cada vez tiene menos relevancia a nivel mundial y digo esto si nos atenemos a la asistencia en la sala cuando hablan los líderes de países que no son los más relevantes en el contexto internacional; y la segunda, que es un foro donde se suele hablar de temas más aspiracionales e inspiracionales que de alguna problemática concreta que pueda afectar a un país, una región o al planeta en general.
Dicho lo anterior, para Colombia, que estrenaba líder en dicho foro, era una ocasión perfecta para posicionarse como un país serio, con un futuro prometedor y un plan para el medio y largo plazo que infundiera confianza a las naciones, más o menos cercanas y a los inversores internacionales, que pueden verlo como un destino atractivo para el desarrollo de distintos negocios.
Era el momento de visibilizar si esa corriente de gobiernos de izquierdas que domina la región y que en Colombia representa Petro, optaría por unas tesis progresistas amigables que buscaran acabar o reducir la desigualdad y luchar contra el cambio climático o, por el contrario, que cayeran en fanatismos trasnochados y beligerantes, que restan más que suman.
Dejando al lado posiciones políticas, creo que se perdió una gran oportunidad para mostrar ese camino amigable y por supuesto loable y el Presidente se lanzó a criticar, cuestionar y lo peor de todo a poner otra vez sobre la mesa el caduco, a la par que infantil, discurso victimista y maniqueo propio de un gran número de dirigentes de la región que ven fantasmas por todos lados (alguno puede haber, pero no vale refugiarse en ellos para justificar tu plan).
La manida frase “vosotros los del norte sois los malos y nosotros los buenos”, lo único que hace es que la percepción exterior no sea otra que este gobierno o, mejor dicho, este Presidente carece de una propuesta política realmente diferencial, que ya se está poniendo la venda antes de la herida, para el caso de que sus cuatro años de gobierno se queden en nada o en muy poco y que pueda plantear que, para lograr lo que busca, es necesario más tiempo: la famosa perpetuidad política de la que hablé en mi artículo anterior.
Pero si el contenido del discurso, con tanta metáfora, redundancia y frases interminables, fue realmente decepcionante, nada comparado con el tono de éste: ¿Petro fue a las UN a contar su cuento o a regañar a todo el que andaba por allí? ¿Pasó una mala noche y eso hizo que pareciera ante la audiencia como un político amargado, prepotente, insolente, hastiado de su quehacer cuando acaba de empezar su mandato?
A mí la forma me sorprendió más que el fondo. Este, el fondo, me lo podía esperar porque ya le he oído declamar en infinidad de ocasiones y se lo que le gusta ese uso del lenguaje rebuscado, ampuloso y engolado que le hace parecer alguien realmente diferente, pero en la forma me dejó perplejo y, desde mi punto de vista, hizo que los dos principales temas tan sensibles y trascendentes que abordó como son: la protección de la riqueza natural de Latinoamérica y el tráfico de drogas, se quedaran en un mero anecdotario. Una pena.
No creo que le sirva de aprendizaje porque su adn es el que es, pero si creo que sería bueno que, en sus conversaciones futuras con líderes internacionales, en otros foros o en petit comité, sea capaz de modular su discurso si lo que pretende es ganarse el respeto de sus pares de otros países, que incluso pueda servir para ejercer un liderazgo en la región entre los gobiernos de izquierdas.
Colombia es un país con una riqueza natural, cultural, intelectual y empresarial tan palpable que lo que hay que hacer es ponerlo en valor, a la vanguardia de la región y de ejemplo de lo que se puede hacer en Latinoamérica. El Presidente, por el contrario, prefirió usar su tiempo para enmendar la plana a unos y otros y querer parecer como el más listo del metro cuadrado, con un discurso victimista poco original.
Quizás se deje aconsejar en otras ocasiones o decida rodearse de un equipo que enfoque los temas de una manera más positiva y empática. Sería lo mejor para el país.