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La vuelta del verano, al menos en Europa, tiene normalmente un sentido de año nuevo. Nuevo curso escolar, cambian las programaciones en los medios de comunicación, comienzan las competiciones deportivas y se regresa a la rutina, no entendida como algo tedioso y aburrido, sino como algo que irá llenando nuestros días, semanas...
Todo ello suele venir recubierto de un halo de ilusión, ganas, propósitos que sirven de gasolina para afrontar esa nueva temporada. Sin embargo, llega otro año nuevo y la fingida pausa estival no ha servido para que se aclaren, ni siquiera un poco, los problemas con los que nos chocamos cada día. Al revés, sin solucionar los existentes, muchos de ellos se han agrandado y al mismo tiempo han aparecido otros que se sumarán a la interminable lista de un mundo caótico y cada vez más incomprensible.
En España, el verano ha sido calentito por muchos motivos, dejando al lado la trifulca política en la que estamos envueltos desde hace…, ya ni se sabe cuánto. Con el término calentito, no quiero que se me tilde de frívolo, porque el drama ha sido mayor; simplemente lo uso en su literalidad.
Hemos sufrido varias olas de calor interminables y que han afectado a todo el país, haciendo de las vacaciones, en muchos casos, un auténtico sufrimiento. Como consecuencia de ello y sin duda, por descuidos o provocaciones humanas se han quemado más hectáreas que nunca de pinares, arbolado, tierras de labor, que han asolado pueblos y que han dejado yermas kilómetros y kilómetros de tierras que tardarán años, sino décadas en recuperarse.
Y, en medio de tanta desgracia, las luchas sectarias y partidistas entre calentacionistas y defensores del cambio climático, representando directa o indirectamente a partidos políticos, han aumentado la indignación de los afectados y los que afortunadamente no lo hemos sufrido, porque por intereses tacticistas de política menor y de políticos de medio pelo, se ha estado jugando al gato y al ratón, sin pensar en la gravedad de lo que estaba pasando y en las consecuencias que podrían derivarse.
Caras compungidas cuando aparecía una cámara o palabras de apoyo a los afectados, no son suficientes para apagar los incendios y más cuando, fuera de foco, la incomunicación y los reproches, junto con la falta de medios aumentaban la ya de por sí devastación salvaje que se estaba produciendo. Un auténtico desastre que lamentablemente pasará al olvido más pronto que tarde y sino, al tiempo.
Fuera de nuestra frontera, el panorama no ha sido ni mucho menos más halagüeño. Al margen de desastres naturales que ya consideramos como parte de nuestro día a día y por los que apenas nos inmutamos, salvo que nos toquen muy de cerca, hay multitud de acontecimientos que nos están golpeando todos los días y que muestran la vileza del ser humano.
Las masacres interminables sobre Gaza teledirigidas por un primer ministro trastornado, corrupto y que se aferra al poder dando pábulo a sus socios ultraortodoxos que parecen haber olvidado su pasado o, que precisamente por ello, han decidido que más vale exterminar primero al vecino ( me da igual si es un genocidio , un crimen de guerra o cualquier otro calificativo mayor), utilizando no ya sólo armas, sino algo más vil como es la falta de acceso a alimentos y a agua a una población ya devastada por casi dos años de bombardeos, sitiada, desplazada y sin esperanza alguna , que buscar una solución razonable que sin ser la óptima al menos pueda suponer una esperanza de paz para la zona.
A esto hay que sumar una agravante que es tan reprochable como esa actuación deleznable del gobierno israelita y sus socios tarados y fanáticos hasta el extremo: el mutismo por parte de las naciones que supuestamente blanden la bandera de la defensa de los derechos humanos y que alardean de ser el refugio de la civilización más desarrollada en todos los sentidos. No pasan de disparar con balas de fogueo. Pareciera que todavía se sientan culpables en cierta medida de los que les sucedió a los judíos hace ya casi un siglo y sus amenazas no pasan de eso, simples titulares que no hacen ni cosquillas a dicho gobierno que se siente cada vez más fuerte.
Sin el respaldo del Amigo Americano encarnado desde hace unos meses en la persona del mayor autócrata antidemócrata de la historia de la primera potencia mundial que ha decidido que puede hacer y deshacer lo que quiera y como quiera, con unas formas y un lenguaje que no es propio ni de un adolescente, mostrando una absoluta falta de rigor y conocimiento de la realidad, es decir, ignorancia.
Por desgracia, nadie pone freno a sus bravuconadas salvo otro de perfil similar, infinitamente más hábil y ladino que él y que sabe cómo manejarlo, usando el palo y la zanahoria. Su pasado en el KGB le ha dado un bagaje que le permite manejar la relación de tal manera que le está permitiendo lograr su deseo de crear una gran Rusia que vuelva a estar en la élite del gobierno mundial y para ello, cuenta, además, con la complicidad de los dos mayores países en número de habitantes que están llamados a liderar el orden mundial, no sólo económica y comercialmente hablando, sino en términos geopolíticos. Creo que la cumbre de Shanghái de hace unos días es una clara muestra que el orden mundial ha cambiado y que el tablero donde se está jugando esta partida es en otras latitudes cada vez más alejadas del viejo occidente.
Y entre medias de todo esto, que no es poco, seguimos aguantando a gerifaltes de medio pelo a uno y otro lado del espectro político, un gran número de ellos concentrados en ese continente que tanto quiero llamado Hispanoamérica (que no Latinoamérica, aunque les pese a muchos), que se caracterizan, todos ellos, por tener ciertos rasgos comunes: sectarios, corruptos, obtusos, iluminados y con unas ansias de perpetuarse en el poder por lo civil o por lo criminal que están llevando a sus países a una situación límite que puede desencadenar movimientos de repulsa social muy cercanos a guerras civiles, propias de otras latitudes y de épocas pasadas.
Y no quiero extenderme hablando del fenómeno migratorio descontrolado, de las mafias que controlan el tráfico de drogas con la connivencia de gobiernos que ven en ellas su manera de financiarse, enriquecerse y perpetuarse en el poder, de las noticias inventadas que son capaces de crear una realidad paralela, que se acepta per se, porque interesa para defender nuestras ideas y otras muchas circunstancias que nos asolan a diario.
No es nada alentador el panorama que tenemos. Nos toca lidiar con él. No hay que darse por vencido y tirar la toalla. En medio de este ambiente tan calamitoso todavía encontramos elementos en el otro lado de la balanza que nos deberían ayudar a salir de este túnel: la labor ingente de bomberos y personas anónimas combatiendo el fuego sin descanso, los avances médicos que nos acercan a la cura de ciertas enfermedades que todos evitamos nombrar, la aparición de la manida IA que nos debería catapultar a otro estadio de calidad de vida, pese a la burbuja ya existente en torno a ella…., son tres ejemplos de que todavía hay que tener confianza y fe y que todos, cada uno desde su posición, tenemos la obligación de aportar nuestro grano de arena para intentar dar la vuelta a esta tortilla que nunca ha estado tan quemada desde el final de la segunda guerra mundial.
Como simplemente confiemos en los dirigentes políticos que nos ha tocado aguantar, no veo el futuro con demasiado optimismo. Estoy seguro de que detrás de cada uno de esos personajes hay personas con sus virtudes (y defectos), pero su comportamiento y sin sentido hace que el personaje que interpretan haya devorado a la persona que hay detrás de cada uno.
Así empieza esta nueva temporada; este nuevo año en un mundo cada vez más incomprensible y temerario.
Resulta preocupante que el crecimiento se fundamente principalmente en el consumo del sector público y el consumo de los hogares, puesto que esto no es sostenible
Se da más valor a los comentarios de los selfituristas que a lo que te pueda recomendar un profesional que conoce la atracción, el monumento, la ciudad… y la ha visitado unas cuantas veces