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Analistas 09/07/2022

Es el momento de la sociedad civil

Ignacio-Iglesias

Ya han pasado más de dos semanas desde la elección presidencial, donde se reflejó de manera bien patente la divergencia del electorado colombiano, algo que no nos sorprende porque, desde hace muchos meses, sino años, se ha ido definiendo una tendencia creciente hacia los extremos.

Estoy seguro de que hay muchos motivos que de una u otra manera pueden “justificar” ese movimiento tan sectario: la incapacidad de la sempiterna clase política dominante de acabar con las desigualdades cada vez mayores que sufre el país, el crecimiento desaforado del amiguismo y el nepotismo político que deviene inexorablemente en mayor corrupción, el cansancio de la población hacia sus dirigentes, la necesidad de buscar nuevas vías que abran un camino de esperanza hacia la regeneración política del país…, y así podemos llenar líneas y líneas con diferentes razones.

Guste más a unos que a otros (los de siempre, probablemente), la realidad es que la contienda se dirimía entre dos candidatos que lo que buscaban era acabar con el statu quo existente. Cada uno lo defendía con distintos argumentos. No voy a entrar a valorarlos. No me corresponde hacerlo.

Lo que sí es cierto es que alea iacta est (la suerte está echada), frase atribuida al emperador Julio Cesar cuando cruzó en río Rubicon que separaba Italia del territorio de las Galias, se aplica en Colombia desde el pasado diecinueve de junio.

Le toca a Gustavo Petro cambiar hacia mejor la senda por la que iba el país, gobernando para todos, sin sectarismos, sin exclusiones y con un objetivo claro: acabar o al menos reducir los índices de pobreza y desigualdad en los que está sumido el país desde hace años y más últimamente por la pandemia y la crisis económica generalizada.

A su favor juega, la buena situación económica del país, el precio del petróleo y otras materias primas en los mercados internacionales se mantiene en niveles elevados lo que asegura unos buenos niveles de ingresos para el Estado y pese al temor, más que fundado, de muchos ciudadanos por sus discursos extremistas y su más que discutida gestión al frente de la alcaldía de Bogotá, en general los votantes quieren un cambio; el que sea. Sin embargo, estas ganas de cambio también le van a tener puesto en el ojo del huracán y cada una de sus palabras, gestos, decisiones van a ser analizados, interpretados y juzgados sin tapujos; para bien o para mal.

El tiempo evaluará su gestión y la de su equipo. Estas primeras semanas hay que observarlas con cautela, pero desde la esperanza dejando a un lado derrotismos y sentimientos negativos, aunque la incredulidad y escepticismo de la mitad de la población es evidente y más que justificada. Los motivos ya los mencioné en el párrafo anterior.

Ahora bien, creo que también es el momento de que la sociedad civil colombiana: empresarios, ejecutivos, intelectuales, creadores, estudiantes, docentes…, que también están cansados de la clase política que ha gobernado el país durante décadas, sin entrar en personalizaciones, dé un paso al frente y gane protagonismo poniéndose al servicio del país. Se deberían dejar a un lado ideologías, reproches pasados, incredulidades y ofrecerse al gobierno entrante para presentarle iniciativas que ayuden al objetivo antes mencionado; aplaudiendo cuando se hagan las cosas bien y planteando propuestas que construyan cuando las acciones que vienen del ejecutivo no son las adecuadas para el alcance de los objetivos que se determinen. Y, como he dicho antes, dejando a un lado ideologías.

Debe primar la gestión, la practicidad, el buen hacer y siempre buscando el consenso y la necesidad de pactar con el mayor número de colectivos posible. Para que nadie se quede al margen y se sienta partícipe y protagonista de cada decisión que se tome.

Si la mencionada sociedad civil da ese paso, se pone al servicio del país, gana protagonismo y tiene ese afán de colaborar y sumar, unido a la solvencia y consistencia institucional de las principales entidades que dirigen la nación, se logrará una regeneración en la clase política colombiana, que devolverá confianza a la ciudadanía y con ello haremos de Colombia el país que todos queremos.

No es una tarea nada fácil, pero si para tanta gente se ha tocado ya fondo y se requiere una catarsis en todos los sentidos para que las cosas sucedan y no se pierdan las ilusiones y la plata entre corruptelas, amiguismos y malas prácticas, que mejor amigo para los gobernantes que haya una parte de la población cultivada, preparada, desinteresada y que quiera a Colombia que esté dispuesta a trabajar hombro con hombro con ellos.

¡Ojo! Su labor es de aportar y sumar, pero también de cuestionar cuando haya cosas que no se estén haciendo bien y muestren argumentos y razones del por qué de su posición. Tiene que ser una relación que se retroalimente, donde haya respeto por ambas partes y siempre pensando en el bien de la mayoría.

Borrón y cuenta nueva. La oportunidad está servida. Ahora hay que creérselo y remar todos en la misma dirección. Yo personalmente confió mucho en la sociedad civil colombiana; me lo han demostrado durante los años que he vivido allí y nadie puede dudar del talento que hay. Sólo hay que ponerlo a funcionar en la dirección adecuada.

No tengo la menor duda de que lo harían pensando en un mejor futuro para el país y dejando de lado intereses partidistas que lo único que hacen es que se hagan ciertas cosas y se tomen decisiones pensando única y exclusivamente en el rédito a corto plazo.

¡Es vuestro momento! ¡A por ello!

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