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Analistas 10/02/2024

Salir del atolladero

Gustavo Moreno Montalvo
Consultor independiente

Colombia tiene gran potencial para crecer su economía rápido de manera sostenida, y así reducir la desigualdad, la informalidad y la pobreza, pero desde hace algún tiempo enfrenta obstáculos que le impiden encontrar el camino a la prosperidad. Es preciso reconocer que sus instituciones públicas son ineficientes y promueven la corrupción. Además, sus élites públicas y privadas no tienen visión amplia del mundo.

El país ha sufrido problemas severos de ética desde hace medio siglo, impulsados por el peso de la ilegalidad en la sociedad; aunque en el plano formal se reconoce la importancia del respeto y la solidaridad como fundamento de la convivencia armónica, en la práctica se acostumbra que cada quién impulse sus propios intereses, sin mayor consideración por los demás.

Así, se convive con tasas de homicidio superiores a 25 por 100.000 habitantes, seis o siete veces la de EE.UU., y el Estado no ejerce el monopolio de la fuerza, a tal punto que hoy hay más de 420 municipios y la mitad del territorio bajo control de grupos armados al margen de la ley, cifra similar a la de 2002, cuando terminó el gobierno de Andrés Pastrana, que había hecho concesiones territorial es a las Farc, y Álvaro Uribe puso en marcha su estrategia de seguridad democrática, que redujo el número a menos de 250.

Se intentó modernizar las instituciones en 1991, pero el diseño de procesos fue improvisado, con consecuencias contrarias a propósitos. Se mantuvo el régimen presidencial, inadecuado para esta época. Se destruyó el sistema de partidos políticos, vehículos necesarios para la formulación de propuestas y la financiación de campañas políticas. El legislador que se nombra es inadecuado para hacer las reglas de la sociedad, y la justicia es ineficaz. Además, no hay sistema de control interno, y los administradores no tienen responsabilidad primaria en régimen disciplinario. La planificación es estática y de corto plazo.

La estrechez de perspectiva es evidente: la participación del comercio exterior en el ingreso es alrededor de 30%, la mitad de lo que se esperaría para un país con 50 millones de habitantes y US$6 o US$7 de ingreso por habitante por año, y la mitad de las exportaciones son petróleo, sin ser país petrolero. El aparato productivo tiene protecciones no arancelarias que inducen ineficiente asignación de recursos escasos. El número de personas del equipo primario de presidencia es del orden de 25 personas o más, cuando la experiencia en gestión recomienda limitar la cifra a no más de 10. La articulación entre regiones y gobierno central hace difícil el aprovechamiento de oportunidades con buenas perspectivas.

Es necesario abrir la economía, simplificar de manera radical el estatuto tributario, facilitar la creación de empleo formal para aumentar la productividad, y al menos establecer reglas acertadas para los partidos políticos, para mitigar la corrupción y promover valores de convivencia consistentes con el propósito de construir un futuro mejor. La geografía política, por su parte, exige rediseño para impulsar con eficacia el desarrollo integral.

Colombia vivió numerosas revisiones institucionales, con frecuencia en procura de paz, antes de embarcarse en el desorden de 1991, con más de 40 “reformas” en tres décadas sin resultados satisfactorios. Es hora de reconocer errores, abrir la mente y construir país pacífico, con crecimiento rápido sostenido, y oportunidades para todos.

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