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Analistas 01/04/2023

Oportunidades de Iberoamérica

Gustavo Moreno Montalvo
Consultor independiente

Iberoamérica es hija de Europa liberal. En contraste con Asia y África, las raíces intelectuales de sus instituciones políticas originales eran consistentes con los derechos individuales proclamados en Francia (1789) y EE.UU. (1791), así su realidad fuera rural, de baja densidad poblacional, analfabeta y extractiva. Las transformaciones del siglo 20 la volvieron urbana, poblada y razonablemente letrada, con serias brechas en educación y en productividad que son obstáculos para su desarrollo ulterior. Tendría grandes oportunidades si mejorara la calidad de su educación pública y su ordenamiento institucional.

Punto de partida natural para reducir diferencias en las circunstancias de la población, desigual en ingresos y oportunidades, sería la integración política, que permitiría el libre flujo de personas, bienes y servicios en ámbitos mayores, con mejor uso de los recursos disponibles. Para aprovechar el beneficio de la integración sería preciso ampliar el ámbito visual, con orientación hacia el resto del mundo y propósito de crecer el valor agregado: no basta ser exportador importante de productos no diferenciados.

El gran salto adelante exigiría identificar oportunidades en las ciudades y sus regiones adyacentes, y trazar planes de acción coherentes con el propósito de construir conocimiento y destrezas, a sabiendas de que existe el riesgo de solo capturar el valor en forma parcial, porque el entorno es cambiante. Aun en este caso, los esfuerzos serían útiles porque tendrían beneficios complementarios en cultivo de formas de trabajo más eficaces y ampliación de perspectiva. Es paradójico que solo México, proveedor natural para EE.UU. y Canadá, y algunos países pequeños de la región tienen conciencia de las posibilidades que ofrece el resto del mundo.

La integración política solo tiene sentido con diseños institucionales apropiados. Iberoamérica copió el modelo americano, único sistema político liberal democrático existente en 1808, cuando ocurrió la invasión napoleónica a la península ibérica que impulsó la insurrección de élites progresistas. Ese modelo, inspirado en El Espíritu de las Leyes, de Montesquieu, se funda en la separación radical entre quien establece las reglas, quien las interpreta y quien administra lo público, menos de 5% del producto interno bruto entonces y 30% o más en casi todas partes. Las circunstancias apuntan a la conveniencia de asignar responsabilidad última por la administración al legislador y evitar excesiva concentración de autoridad y responsabilidad en una sola persona, con verdaderos partidos políticos.

Los países de Iberoamérica comparten historia, lenguaje, raíces religiosas y muchas costumbres. No tienen grandes divergencias en reglas éticas prevalentes ni antecedentes bélicos similares a los de Francia y Alemania, países que vivieron en pugna desde el medioevo occidental y desde mediados del siglo 20 adelantan esfuerzos para lograr los beneficios de un sistema político y económico de mayor ámbito. Las instituciones públicas deficientes, factor inhibitorio al desarrollo social y económico y social, exigen la aplicación de principios de diseño organizacional establecidos en el sector privado: lo peculiar en los propósitos del Estado no es óbice para examinar procesos con métodos comprobados, a partir de identificar elementos cruciales para lograr propósitos, responsables y riesgos. La oportunidad es evidente.

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