.
Analistas 02/09/2023

Inteligencia artificial: beneficios y riesgos

Gustavo Moreno Montalvo
Consultor independiente

La primera herramienta para facilitar cálculos quizás fue el ábaco, establecido en Babilonia hace unos 4.000 años, pero fue B. Pascal, genio francés, quien construyó la primera calculadora para sumar y restar, y G.W. von Leibniz, genio alemán, quien construyó la primera para multiplicar y dividir. El primer computador fue diseñado por el inglés Ch. Babbage a finales del siglo 19.

Fue trascendental para la computación digital el aporte de otros dos ingleses: A. Turing postuló en 1936 la posibilidad de ejecutar tareas mediante el uso de algoritmos o conjuntos de reglas con entradas, procesamiento y salidas, apoyado en el álgebra concebida a mediados del siglo 19 por G. Boole, que incorpora conjunción, disyunción y negación.

El primer computador digital, Eniac, se construyó en la Universidad de Pennsylvania en 1945. La primera computadora construida por procesos industriales propósito comercial la produjo IBM en 1953. Desde entonces, la capacidad de procesamiento se ha multiplicado en forma monstruosa.

La inteligencia artificial surgió a raíz de la conferencia de Dartmouth, en 1956, en la que participaron colosos: M. Minsky, C. Shannon, H. Simon y el promotor, J. MacCarthy. Allí se formuló por primera vez la posibilidad de computar con métodos deductivos y simular la mente humana. El asunto ha avanzado desde entonces en tareas que se presumían exclusivas de homo sapiens, con uso de información almacenada para reconocer y aprender, incluso con uso de las lenguas humanas.

Las herramientas para buscar información con computadores en red están en boga desde hace tres décadas; la capacidad de procesamiento y autonomía ponen en primer plano los beneficios potenciales del uso idóneo de la inteligencia, incluidas la supresión de errores en tareas complejas, la disponibilidad permanente del recurso y la capacidad para diseñar y hacer efectivas soluciones a problemas con espacio para el mejoramiento continuo.

Sin embargo, las mismas razones para justificar su uso ponen en evidencia riesgos por objetivos torvos: los mejores desarrollos pueden ser fuente de los peores desastres, incluida la esclavitud de la humanidad entera. La programación de autómatas puede desembocar en productos autónomos capaces de ejercer control sin límite práctico.

Se propuesto establecer normas para prevenir desastres. Sin embargo, hay restricciones prácticas: las instituciones públicas del planeta no tienen capacidad coercitiva global, la ética no es la misma desde la perspectiva de todos los humanos, y hay personas con capacidad para grandes tareas con propósitos nocivos. La educación pública será decisiva para impulsar valores acertados y evitar que la tecnología aumente diferencias en el nivel de ingreso y bienestar, y ponga en peligro la libertad como propósito común.

Es preciso sacar la discusión sobre qué hacer de los ámbitos reservados a las élites ilustradas. La preparación para lo que viene toca a todos. No es fácil anticipar el ordenamiento apropiado, pero en el planeta entero es evidente la necesidad de mejorar el nivel de preparación y suprimir la pobreza, con malla de protección social efectiva, sin subsidios desbordados.

Con el problema económico resuelto habrá recursos para financiar epopeyas. El reto entonces será lograr la eficacia institucional necesaria para el uso acertado de la inteligencia artificial y otros objetivos importantes.

Conozca los beneficios exclusivos para
nuestros suscriptores

ACCEDA YA SUSCRÍBASE YA