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Analistas 16/05/2020

Dos siglos explosivos

Gustavo Moreno Montalvo
Consultor independiente

En los últimos dos siglos la población se multiplicó por diez, la rural pasó de mayoría a minoría, la alfabetización se volvió norma y la expectativa de vida se dobló, aún en países muy pobres. El cambio comenzó a finales del siglo XVIII en Inglaterra: la máquina de vapor, el uso revolucionario de materiales y el invento de equipos para producción industrial aumentaron la productividad en forma dramática. Se replicó en Europa, primero en Bélgica y luego en Holanda, Francia y Alemania.

El proceso tuvo impacto negativo para la producción de textiles y confecciones de India y China: el algodón se cultivó en América y se transformó en Inglaterra. La industrialización generó condiciones difíciles para las clases trabajadoras, con implicaciones políticas serias.

Los países europeos establecieron sistemas imperiales en Asia y África a lo largo del siglo 19, sin grandes mejoras en las condiciones de vida de los habitantes sometidos, y con consecuencias culturales complejas. La población se dobló entre 1800 y 1900, pero también crecieron el área a cultivar y la productividad de la actividad: la expansión de la frontera agrícola en EE.UU. generó la caída sostenida de los precios de los productos básicos entre 1873 y 1896, pero la migración a América evitó el colapso social en Europa que podría haber causado la reducción en el valor de su producción agrícola.

En los albores del siglo XX, EE.UU. ya era la primera economía del mundo; esta posición se consolidó con las dos guerras mundiales, que arruinaron a Europa y a Japón. Además, fue pionero en educación universal obligatoria, con ventaja frente al resto del mundo hasta mediados del siglo. Su sistema universitario, fortalecido con talento de Alemania tras el triunfo electoral de Hitler, produjo innovaciones sin precedentes, y su sistema de gestión impulsó métodos eficaces para capturar economías de escala.

El siglo se caracterizó por la pugna entre la propiedad pública y la privada hasta la reorientación de China hacia el capitalismo político en 1978 y el colapso del comunismo en Europa. En el último cuarto del siglo XX la sociedad mundial se integró con menores costos de transporte y mejoras cualitativas sin precedente en los medios de comunicación; los procesos productivos se globalizaron, y la participación de las finanzas en la economía aumentó.

La población de Europa, EE.UU., Canadá y Australia pasó de un tercio del total en 1900 a un quinto en el año 2000 por el aumento rápido en países pobres.
También surgieron nuevos problemas: se fabricaron armas con capacidad de destrucción total; se perturbó el ambiente de manera inaceptable, en particular por el uso desmedido de derivados del petróleo para facilitar el transporte, sin que el costo de los daños se reflejara en su precio de venta; la vida aumentó, pero no la fase productiva; la pobreza se redujo mucho pero la desigualdad aumentó, y con ella afloraron fisuras entre diferentes grupos étnicos donde la migración impulsó la formación de sociedades multiculturales.

Los ámbitos internacionales, limitados por la heterogeneidad de los países miembros, no son adecuados para abordar problemas globales, y la democracia y la intimidad están amenazadas por manipulación con herramientas tecnológicas sofisticadas. Hoy, hay recursos para lograr bienestar universal, pero no se aprovechan bien ni hay compromiso colectivo para enfrentar los riesgos.

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