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Analistas 28/01/2023

Discriminación por género

Gustavo Moreno Montalvo
Consultor independiente

El mundo ha discriminado en forma directa a la mujer desde el neolítico, hace 10.000 años, cuando comenzaron las prácticas agrícolas y la especie humana dependió menos de la recolección, la caza y la pesca.

La segregación fundada en la fuerza ha establecido diferentes papeles y consolidado la discriminación. Occidente conquistó al mundo con armas y organización desde el siglo 16, y vivió la contradicción del cultivo simultáneo del pensamiento ilustrado y el abuso colonial, apoyado en la esclavitud.

Hasta hace un siglo el hombre asumía el grueso de tareas para el sostenimiento económico del ámbito familiar y la mujer se encargaba de la crianza de los hijos. El mundo era agrícola, las unidades familiares numerosas y la vida más corta. La tasa de natalidad se redujo tras haberse reducido la tasa de mortalidad por mejoras sanitarias, desarrollo de la medicina, mayor ingreso y mejores comunicaciones. La población creció de manera dramática en todo el mundo entre finales del siglo 18 y mediados del siglo 20.

La urbanización, la alfabetización universal y las nuevas opciones de comunicación impulsaron ajustes en valores y apertura a nuevos espacios para la mujer, incluido el voto, pero ello no desembocó en igualdad plena. Desde la posguerra casi todo el mundo reconoció los derechos de la mujer; la declaración de derechos humanos de Naciones Unidas fue paso acertado, pero el proceso para volver realidad lo escrito ha sido tortuoso y no ha terminado. Incluso ha habido retrocesos en países importantes, como Turquía e Irán.

Los obstáculos en el ámbito laboral son de envergadura: la mujer puede tener más educación que el hombre y recibir menor remuneración por su trabajo, con responsabilidades similares. Aunque en los países desarrollados el problema es menos grave, existe la percepción de que la mujer con hijos tiene menos compromiso con el trabajo, por lo cual el desempleo femenino es más alto que el masculino, así la participación de la mujer en la población activa en la economía sea menor que la del hombre.

Las costumbres en el espacio doméstico han evolucionado, de manera que el hombre participa más en las labores de la casa, pero el grueso sigue a cargo de la mujer; ella tiene dos jornadas laborales, una remunerada y otra sin remuneración. Los economistas llaman la atención sobre la subvaloración de los aportes de la mujer al sustento del hogar en los cálculos del ingreso nacional, pero el registro de ese trabajo perdería relevancia si se redujeran las prácticas discriminatorias en general.

En el escenario social hay nuevos elementos: se han reconocido con cierta renuencia los derechos de los homosexuales, cuya preferencia era calificada como conducta desviada hasta hace poco; el divorcio se ha consolidado como desenlace posible de la relación marital; el control de la natalidad se ha generalizado, excepto en África Subsahariana; el flujo internacional del trabajo se ha multiplicado, pese a las barreras culturales y políticas; las soluciones habitacionales unipersonales se han popularizado; Occidente ha perdido el papel prevalente en el orbe que tuvo hasta mediados del siglo 20, cuando el esquema colonial colapsó.

El ordenamiento del mundo está en transición, pero la mayor tarea política es derrotar el machismo, por razones morales y porque conlleva el riesgo de no aprovechar en forma adecuada la capacidad productiva de la mitad de la humanidad.

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