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Analistas 22/07/2023

Convivir, cooperar, competir

Gustavo Moreno Montalvo
Consultor independiente

Nuestra especie construyó lenguaje con capacidad para reproducir lo acaecido y proyectar hacia el futuro hace quizás 70.000 años. Fue cazadora y recolectora hasta hace unos 10.000. Desde entonces acumula excedentes y se organiza para intentar prevenir despojos improcedentes.

Aprendió a vivir en entornos difíciles y elaboró mecanismos para invocar fuerzas ulteriores de naturaleza imprecisa para así tal vez aumentar la probabilidad de supervivencia, pese a los riesgos de hambre, pestes y guerras. Hoy tiene la posibilidad de reducir en forma radical las adversidades con el apoyo de la ciencia y la tecnología, pero también enfrenta amenazas de destrucción total.

Nuestras conductas son producto de muchos factores: genética, contexto, costumbres y definiciones institucionales, que incluyen incentivos establecidos para inducir conductas percibidas como deseables. Somos interdependientes, pero esta realidad no demerita los propósitos de libertad y autonomía bajo reglas que permitan la subsistencia y mejoramiento de todos.

El mercado, o conjunto de mecanismos mediante los cuales se establecen precios y cantidades transadas de bienes y servicios entre los partícipes, asigna recursos con más eficiencia que la planificación central de tareas, en particular porque abre el espacio para innovar en las cadenas de valor establecidas para atender la demanda.

Las empresas compiten por la preferencia de los consumidores, para lo cual deben invertir, con los riesgos que ello entraña, y contratar servicios de equipos de colaboradores a través de diferentes mecanismos. Su desempeño en el agregado no puede ser muy distinto del que tenga la economía o conjunto de economías en que operan.

Los estados, por su parte, ofrecen monopolio de la fuerza, reglas de convivencia y mecanismos para evaluar posibles conductas desviadas. Las regiones compiten por la inversión del capital para aprovechar oportunidades que surgen de la combinación específica de ventajas relativas por disponibilidad de recursos naturales y población con destrezas. El capital hoy fluye con gran facilidad a través de fronteras, lo cual obliga a los Estados a consultar las reglas fiscales aplicables en regiones que puedan competir con las suyas.

La convivencia exige solidaridad para tener servicios universales de buena calidad en seguridad, normatividad, justicia, infraestructura, salud y educación: no solo procede compartir el costo: se deben adoptar conductas consecuentes con la necesidad de racionalizarlo. En particular, los servicios relacionados con salud y educación enfrentan costos crecientes, como consecuencia de la extensión de la vida más allá de su fase productiva y de los efectos de la tecnología en la posibilidad de generar ingresos en contraprestación por el trabajo.

Así las cosas, en la fase de transición demográfica y tecnológica actual los ahorros de quienes trabajan, acumulados para atender su fase improductiva ulterior, son fuente natural para financiar el capital y así mejorar la productividad. El crecimiento económico que aumentará el valor del capital puede ser resultado de más libertad para el comercio, más autonomía regional para decidir inversión pública, más posibilidad de desplazamiento para el trabajo y mejores procesos públicos en general. La humanidad está en los albores de nueva era; es preciso ajustar las instituciones públicas del mundo para construir prosperidad.

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