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El presidente Santos y el ministro Cárdenas anunciaron la gran noticia sobre el compromiso con el gremio cafetero de elevar la producción de café a 20 millones de sacos. Extraordinario propósito, que coincide con la recomendación de la Misión del Café de Echavarría. Es una meta absolutamente posible, que se puede alcanzar con facilidad por muchos caminos.
Cuando Gabriel Silva propuso la meta de 14 millones de sacos para 2014, “ se le vino el mundo encima”, señalándola como algo imposible por parte de los dirigentes cafeteros y algunos economistas, pero evidentemente estaban equivocados. Los 14 millones de sacos en el 2015 demostraron que era posible, que el mercado mundial los absorbía y que la capacidad para producirlos, era evidente.
Por lo tanto, como lo mencionamos anteriormente solo basta un esfuerzo de la Federación por aumentar la productividad por hectárea, hoy está en 17 sacos, y que fácilmente se puede llevar a 25 y sobrepasar esa meta sin problema. Recordemos que los cafeteros empresariales están por encima de los 34 sacos en promedio/finca, y que por debajo consideran que es la debacle.
La meta se puede lograr renovando cafetales y aprovechando en la nueva siembra para aumentar la densidad en número de árboles por hectárea, la forma de hacerlo está demostrada y solo basta, poner manos a la obra.
Esta es una manera de ayudar al posconflicto, aumentando el ingreso de los productores campesinos, que van a lograr con el incremento de la productividad, garantizando así el bienestar de su familia y generando estabilidad en el campo, ratificando que trabajo y buen nivel de vida rural constituyen un ejemplo de cómo el fin de la guerra se logra consolidando el “tejido social del campo colombiano”.
Otra forma de lograr el objetivo es creciendo él área cafetera en las zonas donde se dio el conflicto, como por ejemplo la cordillera oriental que ha demostrado que produce café de excelente calidad y que cuenta con tierra disponible, en óptimas condiciones. Esta es la verdadera sustitución de cultivos.
Está demostrado que la producción campesina es un modelo eficiente, productivo y estable, como se vio en Huila, Cauca, Nariño y el sur del Tolima en estos 15 años, que en pequeñas parcelas trabajadas por sus propietarios, convirtieron el sur de Colombia en el nuevo eje cafetero nacional. Solo basta replicar ese modelo para alcanzar la meta.
Con 20.000 nuevos productores, en 100.000 hectáreas, se logra producir sin problema 2.5 millones de sacos, que valen a precio interno $1,2 billones; un ingreso anual de $60 millones por familia, suficiente para llevar una vida digna. Será una agricultura sostenible en la medida que tiene asegurada la mano de obra, será un nuevo propietario dispuesto a defender su tierra, tendrá un mercado asegurado y finalmente, un nuevo actor de la economía de mercado produciendo un bien para exportar.
Con poca tierra y plata se construye un remanso de paz, asegurando el porvenir a muchas familias, que encontrarán en el café una solución de vida y sostenible para el posconflicto; el mercado mundial contará con un café fresco - que le hace falta -, y la economía colombiana tendrá un nuevo dinamizador.
Se requiere que el gremio con su fuerza institucional y experiencia lidere el programa y entienda que no es una competencia, como muchos líderes lo afirman. La democracia en el campo la asegura un país de propietarios. Ese es precisamente el modelo cafetero.