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Analistas 02/12/2013

El presidente y los cafeteros

Guillermo Trujillo Estrada
Analista cafetero
Guillermo Trujillo
La República Más
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Cuando todos esperaban en el congreso cafetero un discurso del Presidente de la República para complacer al auditorio, en una época electoral como la que vivimos, escuchamos fue al estadista pensando más en la próxima generación, que en la próxima elección. Con enorme responsabilidad, señaló los puntos críticos que requieren reformas de fondo y que desde luego no son de agrado de la dirigencia cafetera, que quería era un cheque, aún más grande.

“Tenemos que innovar, no podemos seguir pensando que como en el pasado estuvo en algunas épocas muy bueno, pues vamos a volver a ese pasado, no.” Hacer esta afirmación cuando los gobernantes ordinariamente complacen ese auditorio, es porque seguramente desde el gobierno no se siente la voluntad de cambio de los cafeteros. Exactamente cuando el gremio a enarbolado la bandera de pedir más, olvidando que la solución está en sus manos y no es otra que la productividad, que también señalo el presidente, “como la solución para reducir el costo por saco”.

La productividad es el reto de los productores y no es excusa la falta de competitividad del país para justificar que sea tan baja, como afirmó  la FNC. Esta se genera dentro de la finca con renovación, variedad resistente, cuidado del cafetal y oportuna aplicación de fertilizantes.

La salida para obtener un ingreso adecuado es solo productividad por hectárea, nunca olvidemos que este resulta de multiplicar precio por cantidad. Porque el auxilio como lo afirmo el jefe de estado “no puede ser indefinido ni permanente y requiere más efectividad”. Ese tiene que ser el giro a los recursos  “para que el sector sea sostenible”.

La mayor demostración se dio este año cuando el aumento de la producción de cerca de tres millones de sacos, fue resultado de la mayor productividad y equivalió en valor, al PIC. Por lo tanto el más primario de los analistas concluye que el dinero se debe ir a incentivar renovación y fertilización, y no al precio, que sólo sirve para aumentar distancias entre grandes y pequeños. 

El subsidio de esta manera se concentra en los grandes y no sienta bases de desarrollo futuro, lo que condena a ser un sector subsidiado, y cuestiona la razón de existir del café . Oportunamente anotó el primer mandatario, “los cafeteros han sido ejemplo mundial, pero solo podrá seguir hacia adelante, si es sostenible, si es rentable para todos, para las familias y para el propio estado”.

La Federación señala el costo de la mano de obra como uno de sus problemas vertebrales a lo que el presidente anoto, “los salarios crecen en los países exitosos y la formalización de la mano de obra es hoy un requisito para exportar”. El mensaje es claro para los 7500 productores de más de 10 hectáreas. No se puede condenar a los trabajadores a ganar poco para que unos productores puedan hacer rentable su negocio, si ganan más es porque han estudiado y progresan, y en un país que se moderniza encuentran ocupación mejor remunerada. Los otros 540.000 productores son pequeños propietarios que trabajan su cafetal y no tienen ese problema, sencillamente convierten su trabajo en granos de café y obtienen un ingreso que les permite vivir y crecer decentemente. De lo contrario nadie entiende por qué siguen aumentando el área, las siembras, las renovaciones y la producción.

La animadversión de los cafeteros al gobierno que más les ha ayudado en la historia, radica en que la bonanza de 2010-11 con precio de $1.000.000 carga, se  volvió el punto de referencia  cuando el promedio en la década no superó  $587.000 y este año va en $48.000+18.000 de subsidio, $66.000. El valor de la cosecha promedio en los 10 años fue de $3,6 billones y este año va a finalizar valiendo $4,2 billones, incluido el subsidio. Sólo en el año de bonanza su valor fue de $5 billones.

Afirmó el presidente, “el Gobierno ha hecho un gran esfuerzo para conseguir una tasa de cambio aceptable”, por lo tanto, no pueden esperar los productores de café que se generé un desequilibrio macroeconómico en función del interés de unos pocos.

Lo que se refleja en el discurso es, que la caficultura cambio y va a cambiar mucho más. 

Nada más decadente que vivir de la nostalgia.

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