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Analistas 18/04/2024

La importancia de los incentivos

Guillermo Cáez Gómez
Socio Deloitte Legal
GUILLERMO CAEZ

El mundo vive desde hace muchos años la crisis climática de la que no hemos sido conscientes, como casi todos los asuntos que realmente importan. Es tenebroso ver aeropuertos inundados en lugares donde no son frecuentes las lluvias, así como la impensada crisis de agua que actualmente está viviendo Bogotá.

En teoría Colombia es uno de los países más ricos en recursos hídricos. Eso por lo menos a muchos los tenía con un grado de tranquilidad frente a una crisis del agua, pero contrario a lo que esas mismas personas pueden pensar acerca de la riqueza, también es cierto que Colombia siendo un país del trópico, los cambios en el clima y los fenómenos nos afectan mucho más que a otros países.

Lo que por un lado es un privilegio, por el otro es una desventaja frente al reto que vive la humanidad. Ahora pasamos de ser ricos en agua a estar midiendo el consumo por cuenta de la falta de consciencia y lo que creo yo, falta de acción preventiva ante las alertas que se vienen presentando desde hace más de tres años por los bajos niveles de los embalses en casi todo el territorio nacional.

Ahora enfrentados a la crisis, estamos viviendo una temporada de racionamientos en Bogotá que, si bien pueden tener la virtualidad de generar un “ahorro”, lo que han demostrado las cifras recientes es que por el contrario el consumo ha aumentado. Y este fenómeno es sencillo de explicar. Si una familia tiene el corte programado para un día, los días previos se provisionan del consumo del día del racionamiento, por otro lado, muchos edificios en el norte de Bogotá cuentan con tanques de reserva que no dejan de funcionar y por lo mismo el consumo es habitual e incluso más de lo normal.

Esto demuestra, como bien lo leí de una publicación de uno de los mayores expertos en regulación y agua de Colombia, Julián López Murcia, que la regulación restrictiva o con garrote no está siendo efectiva frente al reto de disminuir el consumo.

Y es que el propósito de la regulación por regla general es la de modificar comportamientos humanos que permitan que intereses colectivos sean garantizados. Desde hace también largos años, ha quedado claro que los países han logrado mayores resultados en ese objetivo principal desde una regulación que trae consigo incentivos a la tradicional que busca generar restricciones o castigos a los ciudadanos para que modifiquen su comportamiento.

Con esa tendencia probada en mente y sin el ánimo de volverme “agualólogo”, sugiero que el alcalde de Bogotá, Carlos Fernando Galán, con su equipo pueda darle paso a lo que se conoce como la “nueva” tendencia regulatoria y tal vez, solo tal vez, pensando las cosas por fuera de la caja, logremos aportar a la crisis que está atravesando la ciudad y a la que probablemente se le sumarán muchas otras sino aplicamos la precaución como principio fundamental de nuestro comportamiento. También un llamado a los ciudadanos para que nos demos cuenta que debemos incomodarnos por el bienestar general y acabar con malas prácticas que tienen en riesgo a toda una ciudad.

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