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A propósito de los 25 años de la Constitución Nacional y la gran deuda que se tiene con las buenas intenciones que románticamente plasma la carta política para el reconocimiento del Estado Social de Derecho, debo realizar una fuerte crítica desde esta columna a la ministra Gina Parody y su programa bandera, “Ser pilo paga”. Hace poco, Ángela Cruz, profesora universitaria de una prestigiosa institución privada, decía en sus redes sociales lo siguiente sobre el programa en mención: “el problema es que la implementación de programas como “Ser pilo paga” se hace no desde la mejora educativa sino desde la condescendencia.
Porque no, el efecto no es que la universidad “de élite” se abra a la sociedad, sino que permite que unos pocos se integren a ella “por su esfuerzo”. Y sí, es bueno poder escoger donde estudiar, pero que la educación pública tenga recursos para competir es, más que bueno, imprescindible. El Estado debe velar por el acceso igualitario a los derechos de TODOS sus ciudadanos y, aunque les digan lo contrario, la educación es uno”.
Es una muy buena, y a la vez triste, descripción de la realidad de la educación en general, pero, para este caso, es una radiografía de la educación universitaria pública vs la privada en el país. Con el programa “Ser pilo paga”, nos hemos distraído del verdadero objetivo: equiparar a la educación pública con la privada, no solo en cantidad de estudiantes, sino en la calidad de los programas educativos; esta es una gran deuda de la ministra Parody a quien le ha quedado grande el reto de potencializar la educación pública.
Por ahora, se convirtió en la ministra de las selfies con estudiantes de escasos recursos, a sabiendas de que esos eventos difícilmente son más que una pose y que se dan en escenarios prefabricados. Ese es el perfil de las políticas públicas y de quien las lidera: somos una sociedad arribista y elitista, que considera como gran logro “premiar” a un estudiante que ha tenido buen desempeño académico con el acceso a una universidad considerada “de élite” por sus costos.
¿Qué pasa con aquellos que no son tan “pilos”? El acceso a educación de calidad y a la libertad de escoger una institución con altos estándares para cursar estudios superiores no debe ser solo para los “pilos”. La Constitución en ninguno de sus artículos hace distinción alguna para aplicación del derecho a la educación y a la obligación del Estado de garantizarlo de igual forma a todos sus ciudadanos. Por tal razón, “Ser pilo paga” no es más que demagogia en un país donde los indicadores en la educación pública son bastante bajos.
No es posible que tengamos una ministra que nos venda los beneficios de un programa, que a lo sumo llegará al 1 % de la población, como un avance significativo, menos en un país donde el analfabetismo abarca todavía al 5,7% de los ciudadanos. El programa per se no es malo. Está bien premiar a quienes tienen mejor desempeño o capacidades excepcionales, pero no puede ser el programa bandera de un gobierno que está encaminado a llevar a Colombia a un escenario de posconflicto, cuando se cuenta con índices de inequidad en la educación que impedirán que los orígenes del conflicto y la cultura del camino fácil, desaparezcan. Es inconcebible cómo nos conformamos y le apuntamos a que los ciudadanos deban vivir de un perfil aspiracional y no a dotar a la educación pública para que, efectivamente, pueda desarrollar competencias que permitan cerrar la brecha social de manera radical. Lo anterior podría convertirla en un referente nacional e internacional para que sea cuna de grandes personas que, al ver la oportunidad de desarrollar su proyecto de vida, serán sin duda excelentes profesionales.
No olvidemos dos hechos: el origen del conflicto en el país es la falta de equidad y este es el gobierno que da paz. Así que, ministra Parody, ¡ponga su grano de arena, que la paz no se construye solo con selfies!, se edifica con políticas públicas de cubrimiento y calidad de la educación oficial como generadora de oportunidades de vida diferentes a la violencia.