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Hace poco se organizó en el país la Conferencia Internacional de Salud Ambiental y Ocupacional, con el auspicio de la Universidad de los Andes y la Universidad Nacional de Colombia, la cual tuvo dentro de sus participantes a expositores de la talla del doctor Pietro Comba, la doctora Paola de Castro, la doctora Daniela Marsili, el doctor Fulvio Cavariani y el doctor Roberto Pasetto, todos ellos directivos y representantes del Istituto Superiore di Sanitá (ISS) de Italia. En dicha conferencia se reiteraron las nefastas consecuencias de la presencia y del constante uso del asbesto en Colombia; no obstante, muy a pesar de las constantes alertas y denuncias internacionales y la aparición de nuevas víctimas de esta mortal sustancia -tal como lo denuncié desde este espacio (“De espaldas a la realidad”, 18-12-2013, http://www.larepublica.co/de-espaldas-la-realidad_94306)-, en nuestro país seguimos con la terca idea de sostener que existe un “uso seguro” de ese material.
Es tan absurda la hipótesis de afirmar que existe dicho uso seguro o responsable del asbesto que el Convenio 162 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), firmado por Colombia, obliga a que “mientras existan sustitutos para esta fibra mortal, el país que se acoja a esta situación deberá prohibirlo en su territorio”. Como casi todo en nuestro país, vamos contra la marea. Cabe destacar que, a la fecha, el asbesto ha sido prohibido 56 países industrializados. Casos cercanos como los de Perú, México, Estados Unidos y Canadá hacen de nuestro país un cómplice espectador de la muerte de los colombianos.
La falta de respuesta por parte del Gobierno colombiano en volver la prohibición del asbesto una política nacional deja claro lo poco o nada que le interesa la salud y el bienestar de todos los colombianos, porque este no es un problema de Alcira Forero, Rafael Mayorga, Luis Mayorga o de muchos otros colombianos que sufren una penosa enfermedad a causa del asbesto: esto es un problema de todos. Ahora, sino es por un lado es por el otro: como sabemos, el presidente Santos está interesado en que Colombia ingrese a la OCDE. Es importante darle a conocer a nuestro presidente-candidato que 30 de los 33 países pertenecientes a la OCDE han prohibido este mineral mortal, así que, si no es por los ciudadanos, por lo menos hágalo, señor presidente, para quedar bien con los miembros de esta organización de buenas prácticas comerciales, o movido por su interés de ingresar al grupo.
Hablando con Andrés Hoyos, director general de nomasasbesto en el país, me dice: “Que Colombia, un país en la búsqueda constante de la innovación, el desarrollo y los mecanismos para acceder a organizaciones de cooperación tan importantes como la OCDE no le preste atención a los llamados y alertas de la OMS, la OIT, los países industrializados del primer mundo y las víctimas reportadas en nuestro territorio hace ver que los intereses comerciales priman sobre las personas que sufren por este mineral y que, sin importar históricamente cuántos murieron, pretenden omitir la responsabilidad a favor de la vida y la camuflan a través de mecanismos tan insuficientes que ninguno de los 56 países que han prohibido este mineral lo han aplicado”. Después de oír esto, solo resta decir: ¡No más asbesto!
Sus declaraciones no son más que la tomografía de la indiferencia que vivimos en nuestro país. Es esta misma indiferencia la que nos ha sumido en un conflicto de más de 50 años de antigüedad, la que prueba que, hasta que no despertemos y entendamos que es un problema de todos, Colombia seguirá siendo el país de las grandes brechas. ¿Cómo podremos marcar la diferencia? Aprovechando que estamos en época electoral, y que algunos no solo regalan casas, es el momento que hagamos un corte de cuentas y empecemos por usar responsablemente nuestro voto.