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Analistas 21/02/2019

¿Un Enron colombiano?

Germán Eduardo Vargas
Catedrático/Columnista

Luz roja o apagada, EPM quedó al desnudo (sin aquello “que lo cubre o adorna”, RAE) y defraudó a la ciudadanía. La corrección del mercado es tan falaz como la política, y las consecuencias de Hidroituango trascienden sus costos de oportunidad. Quizás el sector no está tan bien como aparenta el puesto ocho en el “Global Energy Architecture Performance” (WEF), y, como el de competitividad, sea más consistente el 45 del “World Energy Trilemma” (World Energy Council).

Durante mi carrera asumí posiciones gerenciales y de junta directiva en ese sector; conociendo tales responsabilidades, desconcierta la desinformación en torno a una empresa pública y un proyecto de interés nacional. Parecen ocultar detalles esenciales, las respuestas han sido pobres y, con tantos fantasmas, la famosa Sala de Máquinas simula una de Pánico (panic room).

Sin presuposiciones o especulaciones, resumo hechos clave. El gerente general de EPM reconoció el retraso del proyecto, que debió iniciar operaciones a finales de 2018 (La República, 11/02/2019), y señaló como nuevo plazo el “segundo semestre de 2021”. Esta inespecífica meta, no contribuye a amortiguar la crisis.

Respecto a los costos señaló que, inicialmente, la inversión total era de $11,4 billones; ahora “puede estar en cerca de $14 billones”. De nuevo, parece desestimar que eso representaría 22,81% de sobrecosto, y la lógica difusa -cuya tolerante ambigüedad aprovechan el marketing y los políticos- admite que para muchas personas $28 billones “podrían no estar lejos”.

Todos los proyectos tienen riesgos, y alterar cualquier restricción tiene impacto sistémico, pero la experiencia internacional demuestra que los de infraestructura ofrecen más certezas que los intangibles (software, p.ej.). Conecto esto con la tercera restricción en gerencia de proyectos, el alcance esperado, 2.400 MW de potencia instalada, que equivalen al 17% de la energía prevista por el país; desconozco si esto será objeto de ajuste.

En cualquier caso, para continuar recibiendo el Cargo por Confiabilidad -con el que los usuarios financiamos esta obras-, participarán con la mitad de unidades comprometidas (y todo el orgullo paisa) en la subasta de expansión convocada por “la incertidumbre en la entrada en operación del proyecto Hidroituango y el consecuente déficit de energía en firme que implica” (Creg, Res.131/2018). Círculo vicioso, insondable desconfianza, preocupa que el Gobierno siga improvisando para resolver tantas contingencias.

Presionadas por los políticos, en actos de gobierno, las empresas públicas también priorizan las utilidades de corto plazo sobre la sostenibilidad integral. En este caso, la vanidad, los incentivos o el optimismo, guiaron la toma de decisiones, y ahora las opciones se redujeron al dilema del mal menor. Perdido el control, y cometidos tantos errores, de forma (y fondo), ¿por qué no hay renuncias?

Considerando, entonces, la extensa lista de recientes fracasos, en megaproyectos de ingeniería (Electricaribe, Línea, Reficar, Chirajara, Hisgaura, fracking, etc.), es necesario intervenir las acreditaciones y regulaciones de empresas, universidades y entes de vigilancia (p.ej. Consejos Profesionales). Verdad, justicia, reparación y no repetición.

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