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Analistas 30/09/2021

Meritocracia: principios o fines

Germán Eduardo Vargas
Catedrático/Columnista

La pandemia y la recesión expusieron la doble moral de salvar vidas, que deberán sobrevivir a condiciones indignas. Siguiendo la moda cuántica, nuestro estándar ético es relativo y ambivalente; sesgado y caótico, lo predisponen la avaricia, la violación de las reglas y la desconfianza.

Corrompidos, los fines de la economía son infinitamente apocalípticos; además, “el fin justifica los medios”. En general, quienes tienen trabajo pertenecen a organizaciones cuya oferta de valor es nociva para el ser humano, la sociedad o el planeta, y la mayoría procura maximizar sus ingresos apelando a estratagemas, para satisfacer caprichos insaciables. Acaso intentamos hacer el bien -y hacerlo bien- cuando hay incentivos que justifiquen ese esfuerzo: verbigracia, quid-pro-quo, las donaciones usualmente están motivadas por el beneficio tributario, no por la filantropía.

A propósito, cierta investigación validó la conveniencia institucional de modificar el diseño de los autoinformes, p.ej. impositivos, iniciando con una declaración de honestidad que tradicionalmente se firma al final (Signing at the beginning makes ethics salient, 2012). Igual, parece inevitable recordar el cinismo de tantas escenas donde una «mano visible» posa sobre la Biblia, jurando solemnemente decir “nada más que la verdad”.

Según otro experimento, 70% de quienes encontraban billeteras “perdidas”, que contenían una cantidad relevante de dinero, las devolvían (Civic honesty around the globe, 2019). Claro, tendemos a disimular si alguien nos vigila; en otro caso, como cuando los camiones blindados para transporte de valores sufren escapes de dinero, apenas regresan 1% (Armored Truck Spills Cash in New Jersey, 2018).

Kahneman demostró que lo «justo» se degrada como lo «aceptable» (Anomalies: The Endowment Effect, Loss Aversion, and Status Quo Bias); que la utilidad marginal es supuestamente decreciente (moderada) y que sólo asumimos riesgos cuando las pérdidas no son optativas (The Framing of Decisions, 1981). Igual, la salvaguardia de la Disonancia Cognitiva (Festinger, 1962) nos permite justificar la comisión de actos inmorales, ilegítimos o ilegales.

Al final, la autoimagen permanece sobrevalorada mientras que la expectativa y la evaluación de los demás tienden a estar depreciadas. Así materializamos la Triada Oscura: Narcisismo, Maquiavelismo y Psicopatía (Paulhus, 2002); estancamos a la sociedad en la negatividad, expandimos la economía sobre la inferioridad, y determinamos el fin de los principios con la mediocracia (Cuando los Mediocres Llegan al Poder, 2019).

Además de la divergencia entre la teoría económica y nuestra realidad, el modelo estándar del universo apenas observa al 5% de los fenómenos convencionales y las anomalías (A Unifying Theory of Dark Energy and Dark Matter, 2018). A imagen y semejanza de la «gravedad» que eso representa, la «deep-web» y «dark-web» constituyen el 96% del ciberespacio, donde los famosos venden saludos a sus «influenciados», que viven en la nube.

Plagiaron el celestial modelo de negocio de la Iglesia, donde cobran por dedicar misas ordinarias. Mientras el Papa y Jesucristo Superstar abren cuentas en bookstar.co o famosos.com, honremos las 7-9 vidas de Beglia, y repasemos las dantescas travesías del Conde de Montecristo (Dumas, 1844), en clave de desarrollo personal.

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