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Aunque no olvidamos la historia, estamos condenados al «costumbrismo». Reflexiones sobre el mensaje de pascua del Presidente, y el regalo de los Reyes Magos del Parlamento: la nueva -pero nada innovadora- tributaria de Carrasquilla.
Navidades atrás, buscando regalos nativos para una belga -que albergaba a una colombiana, entendía su lenguaje y conocía algo del Realismo Mágico-, mi papá me recomendó darle un libro de Carrasquilla (el «bueno»). Recordando esto, me propuse actualizar -siendo inconsistente «modernizar»- uno de sus títulos: ‘El Duque de Yolombia’.
Egoísta, el «Yo gobierna» esta vetusta, cruda y «bárbara» república, aprisionada a la colonia; «Nos acostumbramos» a la corrupción de las leyes, que teatralizan la ironía, jugando con el lenguaje.
Igual que ayer, pues nuestro calendario es recursivo (t=t-1), nuestra nación está «fracturada», y su presunta reparación siempre es «facturada» a nombre de la mayoría pobre (hasta $2.250.000/mes), como demostró lo que empezó como Ley de Financiamiento y terminó como una de Crecimiento, sumando el séptimo papelón de Charrasquilla (el «malo»), entre los periodos Uribe-Duque.
Con ocasión de la Navidad Haciendo votos para reeditar la séptima papeleta, quien fue Elegido por obra del Espíritu Santo, nos invitó a ponernos “en los zapatos del otro”; sin embargo, los ciudadanos de a pie, como aquellos que han «marchado», entienden que sus eufemismos se han «manchado».
También señaló la importancia de “pensar en el otro, escuchar su historia y entender su argumento”, aunque su Conversación Nacional está superficialmente diseñada para ignorar a los ciudadanos, y sus Cartas al Niño Dios (https://www.conversacionnacional.gov.co/).
Rogó por nosotros, los pecadores, “pasar las páginas de las divisiones”; pero faltó contrición, pues atendió esa «fractura» con negligencia: inmovilizó a los desmovilizados, redujo a quienes se movilizaron, y tampoco controló la hemorragia (Esmad), mientras usaba tornillos (y mermelada) para estabilizar esa «estructural» que se derrumbará -nuevamente- ante la Corte Constitucional o el próximo Presidente, por inexequible o insuficiente.
Finalizó su aguinaldo dedicando palabras especiales a su «bando», que viste “con orgullo el uniforme de la patria”. Una pena que siga creyendo que los «héroes» son los que «protegen del mal», y omita a los ciudadanos que «promueven el bien», mientras se tragan su orgullo para sobrellevar las indignas condiciones de vida y trabajo.
Dogmas comunes, anecdotismo político y costumbrismo económico, «la Tributaria hizo Tributo a Carrasquilla». Su legado, una maledicencia, sigue siendo caritativo con la alta jerarquía nobiliaria, a la que regala minas de oro (“el capricho y las veleidades elevadas a sistema”, La Marquesa de Yolombó), mientras pasa factura y esclaviza a los demás.
Rezo a San Nicolás, benefactor de los pobres y deudores, y pido por los estudiantes, y el pobre «diablo» de la oposición, a quienes les dieron otro «pupitrazo». Carrasquilla y Duque están poseídos por la ‘Dinámica de las Desigualdades en Colombia’ (Garay y Espitia, 2019), que abusa de la concentración de riqueza, e hizo de la regresividad una vieja costumbre nacional.
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