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Analistas 01/01/2023

Demeritando la imparcialidad

Germán Eduardo Vargas
Catedrático/Columnista

Adoctrinada por desequilibradas escalas de valores que prevalecen, la libertad está secuestrada porque humilló a la dignidad y favoreció a la inequidad. Los vicios del neoliberalismo excedieron a los del socialismo, y menoscabaron las virtudes del Estado de Bienestar, que aproximaba un “justo medio”.

Diversos sinsentidos, al este del Muro de la Vergüenza faltaba autodeterminación y sobraba conformidad. China mezcló lo peor del comunismo-capitalismo, y el bien posicional descompuso al común. Sin contrapesos, la meritocracia globalizó la tiranía confundiendo necesidad-deseo, pirateando voluntad-capacidad y mercantilizando egoísmo-sevicia.

Arrogantes, los exitosos niegan las influencias de la suerte y las prerrogativas heredadas. Ingratos, los imperios nacidos en pesebres-garajes también reciben ayudas estatales, aunque desestimen su deuda con la sociedad y la expriman inflando precios, pagando menos salarios-impuestos o exigiendo subvenciones.

Ahora EE. UU. depende de China. Y la UE debate la perpetuidad de las patentes, como ofrenda para los oligopolios, tras inyectarles sobredosis de recursos públicos durante la pandemia. Idéntica malversación salvó-estimuló a los ganadores de la Gran Recesión. Aquí las deducciones benefician a los privilegiados, y los subsidios a tasas no cobijan a los desposeídos, pues los constructores-bancos conspiran ofertando viviendas prohibitivas y apropiando la usura.

Economía buller (bullish-bullshit), los incentivos son perversos. El mercado, dogmático, no se autorregula ni se deja corregir. Sus elegidos corrompen las reglas, extorsionan al perdón económico (v.g. impunidad tributaria) y rezan como mantra "extralimítate, divide y vencerás". La competencia es tan salvaje como la guerra, y reivindica la fraudulenta “teoría del más tonto”.

Normalizada la inequidad, la mayoría quedó condenada al servilismo o la exclusión. Promesas fallidas, cuando se trata de economía no hay libertad de culto; albedrío traduce poder adquisitivo o nepotismo, y la “igualdad de oportunidades” resultó ser otra insolvente limosna, que no garantiza medios para explorar-desarrollar su potencial, pese al esfuerzo.

Colmo de males, para subsistir debe secundar esas contradicciones éticas. Falaz, la filantropía parece ingeniería financiera. Y la clase media está “en riesgo de pobreza” porque las desigualdades degradaron la estratificación capitalista; además, quienes progresan renuncian a la moderada aspiración original: tener lo necesario-suficiente.

Abusamos de los derechos y violamos deberes. Impongamos topes salariales, accionarios y de propiedad. Tributaciones sobre 90%, como Eisenhower. Controles de precios, como los supermercados sociales Matmissionen en Suecia. Y “velos de ignorancia” a la tecnocracia, como proponía Rawls: sin “información privilegiada”, probablemente procure-apoye que las porciones sean equivalentes.

Eterno dilema, Nietzsche confrontó la moral de amos y esclavos. Sen desafió los principios previos y las implicaciones (¿Igualdad de qué?, 1979). Y, aplicando Teoría de Restricciones, el bienestar del sistema evolucionará cuando resolvamos la miserable inequidad: la meritocracia solo amerita retribución emocional, posibilitando trascender, y la económica habría de ser igualitaria, para asegurar bienestar-sostenibilidad.

Empero, la especulación también motiva a quienes buscan venganza o unirse a la rosca.

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