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Analistas 12/12/2025

Horrores morales

Jorge Iván González
Profesor de U. Nacional y Externado

La tensión entre libertad e igualdad ha sido una preocupación permanente de la modernidad. En 1789 fueron los dos principios básicos de la revolución francesa. Desde aquel momento se sospechaba que cualquiera de los dos extremos lleva a horrores morales. Si la balanza se inclina demasiado hacia el lado de la libertad, se presenta un horror moral como Elon Musk. Pero si la carga se va hacia el lado de la igualdad también se llega a otro horror moral, muy bien representado por Stalin. Para responder a esta tensión, se optó por el sentimiento moral, expresado a través del principio de la fraternidad.

Este tercer postulado fue introducido un año después por Robespierre. Pero el llamado al sentimiento moral siempre ofrecerá soluciones discutibles. Ninguna teoría perfecta de justicia es suficiente para resolver los problemas derivados del conflicto inevitable entre la libertad y la igualdad. Y como el juicio moral que se deriva del sentimiento depende de cada persona, siempre habrá conflictos.

Estos días al recibir el premio, el Nobel de literatura, László Krasznahorkai, dijo que “… solo las estructuras insanas de los Elon Musk de este mundo organizan el espacio y el tiempo”. Tanto poder lleva a la creación de realidades insanas, que tienen la capacidad de organizar el espacio y el tiempo. Y continúa, “… los ángeles de antaño ya no existen”, y “… de repente me doy cuenta de que estos nuevos ángeles no solo no tienen alas, sino que tampoco tienen mensaje, ninguno en absoluto”. Y los ángeles sin alas, “… solo se quedan allí y nos miran, buscan nuestra mirada, y en esta búsqueda hay una súplica para que miremos a sus ojos, para que nosotros mismos podamos transmitirles un mensaje, solo que, lamentablemente, no tenemos mensaje que dar”.

Tanto Musk como Stalin son horrores morales. En el caso de Musk, con una riqueza de US$445 mil millones, cabe la pregunta inevitable por la forma como la sociedad debe remunerar a los talentosos. Los individuos que han sido dotados por los dioses y la naturaleza, de un ingenio especial tienen que hacer un esfuerzo muchísimo menor que quienes no son talentosos. Estas cualidades inmerecidas no deben ser premiadas de manera indefinida.

Economistas de finales del siglo XIX, como Mill, Marshall, Walras, Marx, George, Sidney y Beatrice Webb, siempre consideraron injusto remunerar sin límite a quienes han tenido la buena suerte del talento. En lugar de otorgarle beneficios excesivos, se les debe obligar a que compensen a los menos afortunados. Se tiene que restringir la riqueza de los favorecidos porque no se la merecen. No se trata de desestimular la iniciativa privada, sino de limitar las bondades derivadas de los privilegios fortuitos.

El liberalismo radical lleva a situaciones monstruosas. Pero el sueño de la igualdad también conduce a horrores morales. El totalitarismo estalinista fue perverso, y los daños causados por la dictadura del proletariado no tienen justificación. Es necesario que haya controles que eviten los males derivados del liberalismo y del igualitarismo extremos. No existe un punto de equilibrio que sea óptimo.

Dependiendo de las coyunturas, las sociedades se inclinan hacia uno u otro lado, sin que se pueda determinar una posición ideal, que todos pudieran considerar justa. Cualquier equilibrio será inestable y objeto de críticas. Nunca habrá acuerdo sobre el punto de llegada, pero sí se podría lograr cierto consenso en que hay horrores morales que se tienen que evitar.

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