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Analistas 03/12/2022

Cuento de Navidad: mínimo

Germán Eduardo Vargas
Catedrático/Columnista

Como relato de Dickens, en la mesa donde reparten el mínimo contrastan el arribismo sindical con la tacañería empresarial. Nadie invoca al fantasma del Salario Máximo, para neutralizar la inequidad, y todos apuestan a que el subempleo y los impuestos sigan subsidiando a la injusticia social.

Arquetipos estúpidos, despidiendo al libre albedrío, la norma social impone que, para probar que nuestra vida valió la pena, necesitamos endeudarnos para comprar “casa, carro y beca”. Ese modelo de clase mediocre definió al Sueño Americano; no bastó, y el resultado fue devastador porque ahora también necesitamos ostentar cirugías cosméticas, marcas, fama o estatus. Así terminamos de trastornar nuestras aspiraciones; y declaramos nuestra disposición a vender el alma al diablo mientras conversamos como si afrontáramos entrevistas de trabajo: convenciendo que no fracasamos, justificando errores, proyectando logros y aparentando ser mejores. Todos somos iguales cuando procuramos tratamientos preferenciales.

En cada “nivel” hay asimetrías que desnaturalizan la presunta homogeneidad. Y las jerarquías se desnaturalizaron. Por eso propongo desarticular la obsesión por obtener ascensos, pues los ocupantes de esos cargos no necesariamente se distinguen por su ética, competencia o esfuerzo, y no deberían percibir mayores prerrogativas o ingresos.

El “Techo de Cristal” es otro mecanismo de Exclusión. De manera tácita o explícita manifiesta un síntoma de avaricia, ansiedad e insaciabilidad. Como planteaba Estanislao en el Elogio de la Dificultad, “nuestra desgracia no está tanto en la frustración de nuestros deseos”, sino en que deseamos mal, pues nos adoctrinan con la promesa de que podemos lograr lo que nos propongamos, nos conformamos con “ser más iguales que otros”, y desembocamos en el indiscriminado canibalismo de la Granja de los Animales (Orwell, pág. 82).

Para colmo de males, de manera también errática, los expertos en economía y talento concibieron la “Brecha Aspiracional” como una desesperanza aprendida, según la cual muchas mujeres resignaron su intención de ascender, aunque incluso para los hombres hay un límite opaco, nivelado por lo bajo.

El problema no es la diferenciación de género; es la degeneración de las diferencias. Perversos, los incentivos trastornaron nuestra apreciación, y en la Escalada de Aspiraciones las Brechas se ampliaron al punto que, según el Executive Paywatch (Highest Paid CEOs, https://aflcio.org/paywatch/highest-paid-ceos), hay directivos que reciben hasta casi $300 millones de dólares anuales: 1.350.000 veces nuestro Mínimo, que ni siquiera equivale al justo Vital: menos al humillante Universal.

Otra crisis está predeterminada por la Aspiración de Ascender; renunciar a ese condicionamiento, para equipararnos, acaso nos humanizaría. La Motivación Intrínseca y el Salario Emocional -propósito, filiación y logro- brillan por su ausencia, aunque su integridad sería sustentable. En suma, la compensación debería ser igualitaria.

Aspiremos al Bienestar Colectivo y la Equidad; el Respeto, la Solidaridad y la Tranquilidad. Repasando el poema de Kipling, “6 Sirvientes Honestos”, sólo encuentro al Qué, Por qué, Cuándo, Cómo, Dónde y Quién; nunca convoca al *Cuánto*, que introduce el asimétrico arbitraje de precios y salarios.

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