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El gobierno de Gustavo Petro nos ha dado el peor de los regalos de Navidad, que, en vez de regalo, parece una inocentada digna del 28 de diciembre. Expidió un decreto de emergencia económica con el que busca recaudar, de nuestros bolsillos, más de $16 billones para el año entrante.
En Colombia solo es permitido dictar nuevos impuestos por medio de leyes; sin embargo, el Presidente excepcionalmente lo puede hacer vía decreto. Este último caso sólo puede utilizarse bajo hechos externos que perturben gravemente las finanzas del pais, y no como una herramienta de caja, mucho menos en un año electoral.
Entre las razones que dio Petro para expedir este decreto está el pago de las obligaciones en seguridad social y el refuerzo en seguridad nacional. También dice que como el Congreso no aprobó la Ley de financiamiento, se ven obligados a declarar la emergencia económica.
En lugar de recortar gastos y acomodarse al presupuesto disponible -como lo haría cualquier persona razonable y sobre todo responsable-, deciden decretar nuevos impuestos para financiar su desorden y derroche.
Petro está diciendo que no tiene plata para pagar la salud y las pensiones de los colombianos. Resulta paradójico entonces que, mientras estamos -según él- en una situación económica crítica, Jaime Dussán adquiera una camioneta de $404,7 millones para la presidencia de Colpensiones. ¿No que no había plata?
Con este estado de emergencia buscan recaudar recursos por vía de nuevos impuestos que terminaremos pagando todos, como la sobretasa del 10% al sector financiero. Con ella, el impuesto de renta a las instituciones financieras llegaría al 50%, encareciendo los préstamos y haciendo que el crédito para educación o vivienda se vuelva impagable.
Pero esto no es un hecho aislado. Es el resultado del plan que Petro ejecutó desde el primer momento: una crisis inducida. Dicen que no hay plata porque el déficit fiscal de 2025 cerró en 7,1% del PIB, pero se les olvida mencionar que fueron ellos mismos quienes rompieron la regla fiscal y sobrepasaron el límite del 5%. Es decir, su irresponsabilidad es la que hoy usan como excusa para crear nuevos impuestos.
Piénselo así: es como si usted se impusiera una regla para no gastar más de lo que gana y no endeudarse por encima de cierto límite. La rompe, se gasta todo el cupo de la tarjeta de crédito y pide otra para seguir gastando. Cuando llega la hora de pagar, no tiene cómo hacerlo y el banco le advierte que ya no le presta más. En lugar de ajustar sus gastos, usted declara una “emergencia”, cambia las reglas y se
autoriza a usar ahorros que estaban destinados a cubrirse ante una contingencia mayor para financiar su irresponsabilidad.
Con el agravante de que, en este caso, quienes pagaremos las consecuencias somos todos los ciudadanos. Ellos derrochan; nosotros pagamos.
Siguen haciendo las cuentas de la lechera con nuestro ahorro: con este estado de emergencia, con la orden de tomar las cesantías de millones de colombianos del Fondo Nacional del Ahorro y con la reforma pensional.
Ahí tenemos nuestra verdadera “Feliz Navidad”: un Gobierno que rompe sus propias reglas, gasta sin freno como si no hubiera mañana, y, cuando llega la cuenta, decide pasárnosla a todos.
Cuando uno recorre el mapa cafetero nacional, choca con unas breñas, que milagrosamente encontraron el café como casi única opción económica de explotación