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Analistas 05/07/2019

Chatarra y contaminada

Germán Eduardo Vargas
Catedrático/Columnista

Etiquetas maquilladas, los gobiernos edulcoran datos, y el sobrepeso podría ser declarado enfermedad laboral para los honorables parlamentarios que probaron la Ley de la Empanada.

Tras su desastrosa Ley de Financiamiento, como si se tratara de Enron, el Ministerio de Hacienda apela a la innovación contable (y lingüística) para aproximar la calificación y aprobar los exámenes de las agencias de riesgo. Confunden peras con manzanas para continuar reinando: los recursos para financiación y gasto, y la tarea del Banco de la República con la del Gobierno Central.

Velan los ingresos y las deducciones dejan pasar de agache muchas anomalías (como la ineficiente elusión tributaria). Sin embargo, el déficit fiscal es apenas su aperitivo; el plato fuerte lo sirven con la deuda de un Congreso que se atraganta con leyes como la del Etiquetado de Comida Chatarra, que causa problemas de salud pública adicionales a la malnutrición.

Carecen de Responsabilidad Social. Gobierna la misión gremial, que es asegurar y concentrar utilidades; a lo sumo comprometen excedentes para contribuir lo mínimo necesario -no lo máximo posible- a la solución de los problemas sociales y ambientales. Defienden la autorregulación, prevalece la autocomplacencia y se justifican en validaciones de la OMS, conscientes de que los parámetros, metas y resultados multilaterales, están maquillados, nivelados por lo bajo o son regresivos, como demuestran las mediciones de pobreza (y demás Objetivos de Desarrollo Sostenible).

En el peor de los casos se convierten en agentes de corrupción. Las multinacionales pagan para influir resultados científicos o decisiones estatales, rechazando que los procesados contengan ingredientes adictivos, tóxicos o cancerígenos; finalmente, esto desembocará en la Corte Constitucional, donde se rehabilitaron el glifosato, alcohol, tabaco y demás sustancias sicoactivas, por la desequilibrada priorización de ciertos derechos debitados del bien común.

Tacaños con la información, también seguirán ocultando detalles sobre la contaminación. Nada vale el tímido Acuerdo de París, para promover el consumo responsable y la sostenibilidad de las cadenas de valor. ¿Por qué no etiquetar la huella de carbono de los alimentos producidos, sus empaques y transporte? ¿Por qué no implantar impuestos basados en esto?

Bienvenidos los productos de temporada, origen local y proximidad, en la autoproclamada despensa del mundo. No podemos seguir regalando a los Tratados de Libre Comercio nuestros alimentos, a los peces gordos de la industria el lujo de arruinar nuestra salud y medio ambiente, y a las farmacéuticas el derecho de cobrar el premio gordo.

Negligentes, los congresistas se acostumbraron a habilitar, esperando que la opinión pública o el Gobierno arrastren su nota final, premiando asistencia o sumisión. Deberían bajarles aquellos pesos de más, de la Prima Especial de Servicios, pues no la merecen -incluso deberían ser penalizados-, y publicar su Índice de Masa Corporal, pues presumo que ahí, también, la mayoría tiene sobrepeso.

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