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ANALISTAS

Innovación, productividad y desarrollo (II)

lunes, 11 de julio de 2016
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Por el lado de la oferta lo clave es si el sector innovador tiene acceso al capital y a las habilidades necesarias para expandirse rápida y continuamente. En los países avanzados ninguna restricción normalmente afecta mucho, pero si la tecnología requiere habilidades altas, el cambio tecnológico será parcialmente calificado, por lo que su adopción y difusión ensanchará la brecha de ingresos entre trabajadores de altas y bajas habilidades. El crecimiento vendrá acompañado por el aumento de la desigualdad como el de la década de 1990.

El problema en la oferta que enfrentan los países en desarrollo es más debilitante, al predominar la mano de obra de baja calificación, que no impidió la industrialización tardía, siempre y cuando la fabricación consistiera en maquilas con gran intensidad de mano de obra, como vestuario y automóviles, con importantes ganancias de productividad. La manufactura tradicionalmente fue una escalera rápida hacia mayores niveles de ingreso.

Pero una vez las operaciones de fabricación se robotizaron requirieron de altas habilidades y las limitaciones en la oferta comenzaron a hacer mella; así los países en desarrollo perdieron ventaja comparativa vis-à-vis con los países ricos, con consecuencias en “desindustrialización prematura”, donde lograr crecimientos en productividad en toda la economía es más difícil en países de bajos ingresos. Rodrik no ve sustitutos eficaces claros para la industrialización, pero yo veo oportunidades.

Tyler Cowen sugiere que los países en desarrollo se benefician del goteo de la innovación de las economías avanzadas, al consumir una corriente de nuevos productos a precios bajos; un modelo de “teléfonos celulares en lugar de las fábricas de automóviles”, pero la pregunta continúa: ¿Qué producirán y exportarán esos países además de productos primarios, para pagar los celulares importados?

En América Latina la productividad se estancó a pesar de la innovación significativa en empresas bien administradas y sectores de vanguardia. La aparente paradoja se resuelve observando que el rápido crecimiento de la productividad por la innovación, se deshizo porque los trabajadores se desplazaron de las partes más productivas a las menos productivas, un fenómeno que Rodrik y sus coautores llaman “cambio estructural de reducción del crecimiento”.

Este perverso resultado es posible cuando existe grave dualismo tecnológico en la economía, como el que vivimos en Colombia y las actividades más productivas no se expanden con la rapidez suficiente, con evidencia que éste cambio ha ocurrido también recientemente en Estados Unidos.

Rodrik anota que en últimas son consecuencias de la innovación tecnológica en la productividad de toda la economía, no de la innovación per se, que eleva los niveles de vida. La innovación puede coexistir al lado de la baja productividad, por el contrario, el crecimiento de la productividad es a veces posible en ausencia de innovación, cuando los recursos se trasladan hacia sectores más productivos. Los tecno-pesimistas reconocen esto; los optimistas pueden no equivocarse, pero para sustentar sus tesis, deben centrarse en cómo los efectos de la tecnología juegan en la economía en su conjunto.

Así las cosas, en Colombia para industrializarnos debemos pensar más en sectores con alto eslabonamiento productivo proclive al conocimiento y pendiente alta en la curva de desarrollo tecnológico, para apropiarnos de aquellos donde podemos desarrollar ventajas competitivas fundamentadas en las comparativas, algo que solo se nos antoja a pocos, pero necesitamos todos.

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