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ANALISTAS

Innovación, Productividad y Desarrollo (I)

viernes, 17 de junio de 2016
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La evidencia ha demostrado que unas de las principales variables relacionadas con el desarrollo sostenible tienen ver con la innovación tecnológica y la productividad, pero hay que ser cuidadosos al respecto, conforme un artículo reciente de Dani Rodrik, publicado en  “Project Syndicate”, titulado “Innovation is not Enough”, que contiene lo siguiente con énfasis en nuestra situación.

Sostiene que vivimos una época acelerada de avances tecnológicos revolucionarios. Casi a diario se anuncia alguna novedad importante en inteligencia artificial, biotecnología, digitalización o automatización, sin embargo los que suponemos conocen hacia dónde nos llevará todo eso, no tienen una opinión consensuada.

En un extremo del espectro están los tecno-optimistas, que creen que estamos en la cúspide de una nueva era donde los niveles de vida del mundo subirán más rápidamente que nunca. Al otro lado están los tecno-pesimistas, decepcionados con las estadísticas de productividad, quienes argumentan que los beneficios en la economía de las nuevas tecnologías seguirán siendo limitados y se preocupan por las consecuencias negativas para el empleo o la equidad.

Lo que distingue ambos puntos de vista no es tanto el desacuerdo sobre la tasa de innovación tecnológica. Después de todo, ¿quién duda seriamente sobre el rápido progreso de la innovación? El debate es sobre si las innovaciones permanecerán centradas en pocos sectores intensivos en alta tecnología, que emplean los profesionales más calificados y representan una parte relativamente pequeña del PIB, o si se extenderán a la mayor parte de la economía. Las consecuencias de cualquier innovación en la productividad, el empleo y la equidad, dependen de la rapidez con que se difunde en los mercados de trabajo y de productos.

La difusión tecnológica puede limitarse en ambos lados, de oferta y demanda, de la economía. Respecto de la demanda, en las economías ricas los consumidores gastan la mayor parte de sus ingresos en servicios como sanidad, educación, transporte, vivienda y mercancías al por menor, donde la innovación tecnológica ha tenido relativo poco impacto hasta la fecha en muchos de esos sectores.

Al considerar algunas de cifras proporcionadas por el reciente informe de McKinsey Global Institute América digital, los dos sectores en los Estados Unidos que han experimentado el crecimiento más rápido de la productividad desde 2005 son las TIC (tecnologías de la información y comunicaciones) y la industria de medios, con una participación en el PIB combinado de menos de 10%. Por el contrario, los servicios públicos y la atención de salud, que en conjunto producen más de un cuarto del PIB, no han tenido prácticamente ningún aumento en la productividad.

Tecno-optimistas, como los autores de McKinsey, miran esos números como una oportunidad: quedan enormes ganancias de productividad que se obtienen de la adopción de nuevas tecnologías en sectores rezagados. Los pesimistas, por el contrario, consideran que tales brechas pueden ser una característica estructural duradera en las economías de hoy en día.

Para el historiador económico Robert Gordon, las innovaciones de hoy palidecen en contraste con las anteriores revoluciones tecnológicas en términos de su posible impacto en toda la economía. La electricidad, el automóvil, el avión y los electrodomésticos alteraron fundamentalmente la forma en que la gente ordinaria vive; con incursiones en todos los sectores de la economía. Sin embargo, la revolución digital, con lo impresionante que ha sido, no llega tan lejos.

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