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Analistas 21/01/2023

La era del claroscuro

Germán Bolívar-Blanco
Analista y consultor

Conforme la RAE, claroscuro es el “conjunto de rasgos contradictorios de una persona, de una situación o de una cosa”, que describe y define por antonomasia la impronta del gobierno Petro en todo contexto y dimensión, en tanto reconoce con estilo autocrático las dinámicas institucionales nacionales y globales, frente a las cuales busca imponer su protagónica verdad, sin importarle romper con las lógicas y protocolos que significan la sana relación con los diferentes ordenes geopolíticos, lo que amenaza y pone incomoda a la ciudadanía en general.

Comenzó bien, muy pragmático, con un gabinete que daba cuenta de su forma diversa y ambigua de concebir la realidad, en el cual se entremezcla la más ávida y tal vez prestigiosa tecnocracia nacional al evidente servicio del establecimiento durante décadas, con figuras por todos conocidas; junto a revolucionarios del cambio por el cambio y no por las mejoras con fundamento y razón en procesos ávidos de sana evolución, más no de revolución anárquica de quien ostenta poder y pretende validar idearios y narrativas sin más lógica que el terror.

La paz es un bien común en cualquier orden civilizado, no es propiedad de nadie y siempre ha sido para todos o “total” como ahora la denominan con ánimo expropiatorio, partidista y propagandista. Así mismo la vida es un imperativo social desde las primeras civilizaciones, sin ser utilizada con fines demagógicos de reivindicación social, porque acá el principal culpable de la tiranía de la muerte ha sido el narcotráfico, un problema social donde Colombia ha puesto la mayor cuota de sacrificio mundial, por lo cual si tiene la autoridad moral para proponer cambios globales en las directrices impuestas para tratar ese problema, pero no puede tener patente de corso para negociar con homicidas.

Las amenazas por el cambio climático junto al privilegiado banco de recursos naturales de nuestro país, son sin duda también un par de elementos claves de considerar en la nueva arquitectura institucional que demanda el mundo al respecto y precisamente por eso Colombia debe jugar un rol protagónico en la definición de los entes y reglas de juego que exigen las condiciones actuales, pero no es con discursos demagogos sobre “capitalismo descarbonizado”, como el dado en el FEM con duras críticas con los COP, camino inadecuado de cambio.

La política económica en época de tempestades inflacionarias en todo el mundo, junto a las presiones derivadas de la guerra fratricida de Rusia contra Ucrania y lo que esto puede conllevar para la transición energética por la crisis global en esa neurálgica y determinante variable, más los desastres ambientales y costos de mitigación y prevención, algo sin el análisis local requerido con el agravante que pasamos una reforma tributaria sin usos claros y ahora con pretensión idealista de armonización regional, sin salvaguardar el supremo interés nacional.

Así como los anteriores hechos resultan los contrastes actuales aún sin definir, más oscuros que con luz, donde a Dios gracias la opinión pública tiene la última palabra a pesar de todo.

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