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Tribuna Empresarial 06/05/2025

El café en un punto de inflexión: del mercado de compradores al mercado de vendedores

Germán Bahamón
Presidente Federación Colombiana de Cafeteros
GERMAN BAHAMON

Desde Colombia, uno de los principales países productores de café del mundo, observamos con preocupación, pero también con claridad estratégica, el momento histórico que atraviesa la industria cafetera mundial. Las fuerzas de oferta y demanda están reconfigurando inevitablemente los fundamentos de este mercado, generando presiones inéditas en toda la cadena de valor y poniendo sobre la mesa un mensaje claro: el sistema cafetero mundial está tensionado hasta sus límites, y el origen necesita sostenibilidad.

Hoy enfrentamos una combinación de factores que no pueden ser ignorados. El cambio climático altera los ciclos de producción en zonas cafeteras antes estables, afectando tanto la consistencia en taza como el volumen de la cosecha. A esto se suma la caída a mínimos históricos de los inventarios globales, tanto en los países productores como en los consumidores, y una demanda que, lejos de estabilizarse, ha crecido de forma constante durante los últimos 25 años. El resultado: una oferta que en el mejor escenario apenas cubre la demanda y una volatilidad de precios que ha puesto a prueba la capacidad financiera del sistema.

En efecto, el precio de referencia en la bolsa de Nueva York, el llamado “Precio C”, se ha incrementado un 264% en los últimos cinco años, y un 72% solo en los últimos 12 meses. Para los productores colombianos, esto significa que pasamos de recibir menos de $1 millón por carga de 125 kilos en 2019 a más de $3 millones en la cosecha que comenzó en abril de 2025. Este comportamiento no responde a un fenómeno coyuntural ni a un exceso: representa una corrección estructural largamente esperada que reconoce -al fin- el riesgo, el esfuerzo y el valor de producir café en condiciones de alta complejidad. Y solo Colombia puede decir que gracias a la FNC, existe un sistema único de garantía de compra que transfiere el mayor valor de mercado al productor.

Este fenómeno se da en un contexto de crecimiento del consumo. Según la Organización Internacional del Café, el mundo pasó de consumir 118 millones de sacos de 60 kilos hace dos décadas a 177 millones el año pasado. El café ha conquistado cada rincón del planeta, transformándose en una bebida universal y, además, respaldada por instituciones como la FDA que la reconocen como saludable.

Datos recientes de Nielsen muestran que, en el primer trimestre de 2025, el consumo en volumen en Estados Unidos creció 0,6%, mientras que en Colombia el crecimiento fue de 2,6% en volumen y de 11,1% en valor. Más revelador aún: el segmento premium crece un 13,8% en Colombia y ya representa 11,7% del mercado nacional. Esta tendencia también fue palpable en la más reciente feria de la Specialty Coffee Association en Houston, donde quedó claro que los cafés diferenciados, con origen trazable y atributos de calidad excepcionales, marcarán el rumbo de la industria global. Colombia está lista para liderar esta transformación.

Sin embargo, este nuevo escenario también impone desafíos. El alza de precios ha incrementado la necesidad de capital de trabajo a lo largo de la cadena.

Transferir el incremento total de precios al consumidor final puede generar una moderación en el ritmo de crecimiento del consumo o, en algunos mercados sensibles, un leve retroceso. Aun así, el café ha mostrado una notable resistencia: en los últimos cinco años, su comportamiento como bien inelástico ha sido evidente. La elasticidad-precio de la demanda es menor a 1 en valor absoluto, lo que significa que, aunque el precio suba, el consumo no se reduce proporcionalmente. Esta característica le otorga una robustez excepcional, pero también exige cuidado: debemos asegurar la competitividad, y nunca desviarnos del foco en calidad, calidad y calidad.

Desde la Federación Nacional de Cafeteros, defendemos este nuevo nivel de precios como un acto de justicia hacia quienes trabajan la tierra. La sostenibilidad del sistema comienza con la rentabilidad del productor primario. No hay café posible si no hay incentivo económico para cultivarlo. Debemos asumir la responsabilidad en un mundo que ya no vive un mercado de compradores. Hoy estamos en un mercado de vendedores, donde la escasez relativa de oferta pone en evidencia la necesidad de proteger, fortalecer y financiar a quienes están en el origen. Lo verdaderamente insostenible sería no asegurar la viabilidad económica del campo.

Finalmente, saludamos con optimismo los esfuerzos que adelanta la National Coffee Association, NCA, ante el gobierno de los Estados Unidos con su propuesta para eliminar las tarifas arancelarias sobre el café. Un arancel de 10% implica una presión adicional sobre el precio final al consumidor, reduciendo márgenes y debilitando el dinamismo del comercio. Seguiremos trabajando como el cafetero con prudencia y decisión; cerca al Gobierno Nacional acompañando su diplomacia comercial y de la mano con nuestra contraparte en EE.UU. para garantizar un entorno comercial justo y favorable, que proteja tanto a los caficultores y la industria, como a los millones de consumidores que encuentran en el café su ritual diario.

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