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Analistas 07/09/2020

Con el sudor de la frente

Analista LR

Un virus es una microscópica amenaza para la salud. Una colonia de estos es un peligro de enfermedad en ciernes. Millones y millones de millones, una epidemia o el comienzo de una pandemia devastadora.

Un desempleado es un problema individual. Dos son una tragedia familiar y, si se multiplican las familias afectadas, tendremos una recesión económica cuyo crecimiento pronto la convertirá en una deflación con todas las de la ley.

Además, si la cantidad de desocupados sigue creciendo sin esperanza, será el combustible de motines, asonadas y revueltas. El ejército de una revolución.
Vamos por ese camino. Las cifras del Dane lo dicen con claridad.

Para ver su inminencia y gravedad no se requiere leer a Lenin o repasar a Mao. Basta mirar los datos sobre desocupación: 20,2% de desempleo abierto, en julio de este año, no es una estadística más sino la fotografía de una frustración, donde de cada cien colombianos listos para trabajar de inmediato, más de veinte no encuentran dónde hacerlo. Unos llevan tiempo buscando infructuosamente un puesto donde acogerse. Otros lo tenían y la pandemia se lo arrebató. Sus compañeros de infortunio intentan refugiarse en la informalidad pero la informalidad los rechaza.

Ni siquiera desglosar las cifras globales sirve de consuelo. ¿Qué hacer ante 37,4% de Neiva? ¿o con 35,5% de Ibagué? ¿o frente a 33,5% de Popayán? Alrededor de cada persona sin empleo vive una familia ¿hasta cuándo aguantarán esta situación? La paciencia no dura para siempre.
Y no es que se ignore el problema. Al contrario, desde el principio hubo una conciencia sobre la necesidad de prestarle atención prioritaria, aunque los mismos afectados no dimensionaran sus verdaderas implicaciones ni su profundidad. Quizás por eso las medidas de emergencia, aunque bien encaminadas, apenas tocaron la superficie sin causar el impacto deseado.

Lo cual se explica porque nadie, ni en Colombia ni en el exterior, pensó que estábamos en una coyuntura de proyecciones tan catastróficas.
Esto, desde luego, es una explicación, no una disculpa ni menos una justificación, pero reafirma la voluntad gubernamental de hacer lo mejor dentro de lo posible, dado el marco conceptual y político que rodeó esta inacabable pandemia.

Cuando se acabe el efecto de las medidas adoptadas, tendremos otro remezón y la oportunidad para intensificar planes coyunturales y de largo plazo que impulsen la creación de empleo, así no cumplan los más refinados modelos económicos. Mientras se creen puestos de trabajo las críticas teóricas no importan, o mejor dicho, importan menos. Se va haciendo camino al andar.

La economía colombiana ha mostrado una enorme capacidad de recuperación y una inimaginable voluntad de lucha que se crece ante las dificultades. Ahora solo espera que les abran a sus trabajadores las posibilidades de ganarse honradamente el pan con el sudor de la frente y no con la piedra en la mano.

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