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En una remota región de Colombia, hace unos años fui testigo de cómo un deslizamiento de tierra arrasó con hogares y cultivos, dejando a una comunidad devastada y con pocas esperanzas de recuperación. Esa escena vuelve a mi mente al reflexionar sobre el Global Risks Report 2025, presentado ayer en Ginebra por el Foro Económico Mundial. Este informe, que cumple su vigésima edición, expone los riesgos globales más urgentes, revelando un mundo marcado por la fragmentación y la vulnerabilidad. Más que un diagnóstico, es un llamado a la acción antes de que las crisis se conviertan en catástrofes inevitables.
El informe destaca un panorama global dominado por divisiones geopolíticas, tensiones económicas y un deterioro ambiental acelerado. Los riesgos más críticos para los próximos dos años son los conflictos armados entre estados, eventos climáticos extremos, polarización social, desinformación y tensiones geoeconómicas. Estos riesgos, lejos de ser independientes, están profundamente interconectados, amplificando sus efectos.
En comparación con el informe de 2024, se observa un cambio significativo en las prioridades: mientras los riesgos climáticos y de desinformación siguen ocupando un lugar destacado, el conflicto armado y la polarización social han escalado en relevancia para el corto plazo. Además, se enfatiza el impacto acelerado de las tensiones geoeconómicas y el uso indebido de tecnologías emergentes como la IA generativa.
A largo plazo, los riesgos ambientales, como el cambio climático y la pérdida de biodiversidad, ocupan un lugar central. La falta de acción en estos frentes podría desencadenar impactos irreversibles. Además, las tecnologías emergentes, como la inteligencia artificial (IA) y la biotecnología, representan oportunidades y amenazas significativas, especialmente si no se gestionan de manera adecuada.
El informe advierte sobre los peligros de las tecnologías emergentes. La IA generativa facilita la creación de desinformación a gran escala, un problema que ya afecta procesos democráticos y agrava divisiones sociales. Además, los avances en biotecnología plantean riesgos como el uso indebido de herramientas genéticas o la proliferación de armas biológicas. Si bien estas tecnologías ofrecen soluciones innovadoras, su mal uso podría agravar los problemas globales.
La cooperación, cada vez más difícil
Un mensaje crucial del informe es la creciente dificultad para lograr cooperación internacional en la gestión de riesgos globales. Mientras los países se enfocan en sus prioridades internas, la acción colectiva para abordar problemas como el cambio climático y la regulación tecnológica parece cada vez más distante. Esta falta de coordinación deja a regiones vulnerables como América Latina en una posición de desventaja estructural frente a las crisis globales.
América Latina y Colombia: Desafíos y posibilidades
En América Latina, los riesgos globales impactan con fuerza, especialmente los eventos climáticos extremos como inundaciones, sequías y deslizamientos de tierra en países como Colombia. La desigualdad estructural intensifica estos efectos al limitar la capacidad de respuesta de las comunidades vulnerables. Por ello, resulta vital construir ciudades resilientes y sostenibles, con infraestructuras innovadoras, planificación urbana inclusiva y tecnología avanzada. Estas transformaciones deben responder a las necesidades locales y promover un desarrollo equilibrado, fomentando la participación ciudadana para enfrentar los desafíos climáticos y sociales con eficacia y equidad.
Para Colombia, las prioridades son claras:
• Invertir en infraestructura resiliente para mitigar el impacto de desastres naturales.
• Fomentar la educación tecnológica para reducir la brecha digital.
• Implementar políticas públicas inclusivas que fortalezcan la gobernanza ambiental y reduzcan las desigualdades.
Además, la región tiene una oportunidad única. Con una biodiversidad rica y recursos naturales estratégicos, América Latina puede liderar una transición hacia una economía sostenible, siempre que promueva alianzas regionales efectivas y gestione sus recursos con visión a largo plazo.
Nuestro llamado urgente a la acción para América Latina
El informe deja claro que, aunque el panorama es sombrío, todavía hay oportunidades para mitigar los riesgos. En América Latina, la urgencia es máxima. La región debe enfocarse en fortalecer sus capacidades locales para enfrentar desastres climáticos, acelerar la transición hacia energías limpias y cerrar la brecha tecnológica, que está profundizando las desigualdades. Esto exige una inversión decidida en infraestructura resiliente, programas educativos enfocados en habilidades digitales y la implementación de políticas públicas inclusivas que garanticen protección social y ambiental.
Además, América Latina no puede darse el lujo de trabajar de manera aislada. Es imprescindible fortalecer la cooperación regional a través de iniciativas como la Alianza del Pacífico, no solo para compartir conocimientos y recursos, sino también para negociar como bloque en los escenarios globales donde se deciden las reglas que impactarán su futuro. Aprovechar las alianzas estratégicas con países desarrollados es clave para acceder a financiamiento y tecnologías que permitan a la región enfrentar estos retos con mayor eficacia.
Recuerdo aquella comunidad colombiana que, tras un devastador deslizamiento de tierra, se unió para reconstruir su futuro. Juntos lograron reubicarse en zonas más seguras, construir infraestructuras básicas y retomar sus vidas. Ese ejemplo de solidaridad y acción coordinada es una lección para toda América Latina. Hoy, el mundo enfrenta un deslizamiento global, y nuestra región está entre las más expuestas. Sin embargo, aún podemos evitar una caída catastrófica. La clave está en actuar ahora, con decisión, liderando un cambio sostenible que transforme la vulnerabilidad en fortaleza y las amenazas en oportunidades.