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Otto von Bismarck, fundador del Estado alemán moderno, sostenía que nunca se miente tanto como antes de las elecciones, durante la guerra y después de la cacería. Frase que encaja perfectamente en la coyuntura colombiana, a puertas de una votación trascendental para superar una guerra fraticida de más de medio siglo, mientras muchos siguen en persecuciones y acosos.
Hemos resaltado en esta columna que en Colombia, de forma inédita, se inició un proceso de negociación de paz con una agenda definida de seis puntos: política de desarrollo agrario integral; participación política; fin del conflicto; solución al problema de las drogas ilícitas; víctimas e implementación, verificación y refrendación; y a medida que se llegaba a borradores de acuerdo (nada era definitivo hasta que todo estuviera acordado) se publicaban en www.mesadeconversaciones. com.co con los comunicados e informes conjuntos. No obstante, como dijimos el pasado 30 de junio, una inmensa mayoría, con una ligereza parecida a la de muchos súbditos del Reino Unido, venía tomando partido en contra de una paz que “supuestamente” se negoció a espaldas de los colombianos y que no cumplía estándares internacionales.
Curiosamente durante estos cuatro años no era necesario leer, sea porque bastaba la opinión de unos “líderes” que hacíamos propia, o para qué leer borradores. Sin embargo, desde el 24 de agosto todos los borradores (seis puntos de la agenda) quedaron en firme y componen el acuerdo final -que como suma 297 páginas- se entiende -para los que se oponen al acuerdo de paz- como una carga excesiva antes del plebiscito al que se someterá el 2 de octubre.
Leer es constatar que no se negoció la propiedad privada, ni el modelo económico, que lo pactado en materia de desarrollo agrario integral es un ambicioso plan de desarrollo rural que permitirá superar las raíces de una guerra que se ha nutrido de los viejos problemas agrarios y del cultivo y comercialización de las drogas ilícitas. Problemática que se aborda en el acuerdo y que se enfrentará con la colaboración de las Farc.
Leyendo descubriremos que el fin del conflicto implica desmovilización y entrega de armas con protocolos definidos y verificación de la comunidad internacional y del ejército colombiano. Que la participación en política de los excombatientes solo es factible para los que no tengan deudas con la justicia, pues mientras estén cumpliendo sus sentencias esto no será factible.
Con la lectura, Fatou Bensouda, fiscal de la Corte Penal Internacional, destacó con satisfacción “que el texto final del acuerdo de paz excluye amnistías e indultos para crímenes de lesa humanidad y crímenes de guerra”, y calificó de “histórico” un acuerdo que pone fin a 52 años de conflicto que “reconoce el lugar central de las víctimas en el proceso y sus legítimas aspiraciones de justicia”.
Así, la Jurisdicción Especial para la Paz se centrará en los máximos responsables de los crímenes más graves cometidos durante el conflicto armado. Que los responsables de estos serán sancionados con una pena que se dosificará de acuerdo con su contribución a la verdad exhaustiva y a la satisfacción de la víctima.
La comunidad internacional -incluida la fiscal de la Corte Penal Internacional- apoya estos esfuerzos por alcanzar la paz con un acuerdo que cumple con los estándares internacionales ¿será que los colombianos no somos lo suficientemente independendientes, imparciales y objetivos para hacer lo mismo?